En
tiempos muy lejanos, el Rey Brahma-Datta ocupaba el trono de
Varanasi, en la India. Una vez, uno de sus súbditos fue al bosque
con su hacha a cortar madera, cuando fue sorprendido por un león y
cayó en una fosa. El león, que quería comérselo, también cayó
en la fosa. Lo mismo sucedió con un ratón y una víbora que lo
perseguían, quienes cayeron en el mismo lugar. Un halcón se lanzó
sobre el ratón, pero también quedó cautivo dentro de la fosa,
enredado en la maleza.
Sus
naturalezas no cambiaron al encontrarse atrapados de este modo, y
todos los perseguidores querían matar, mientras que los otros,
ansiosos, buscaban desesperadamente escapar.
Sin
embargo, el sabio león dijo a los animales:
-Honorables,
ustedes son mis compañeros. Tal cómo vienen suce-diendo las cosas,
en este momento todos estamos sufriendo una angustia intolerable. Por
lo tanto, no debemos ponernos en peligro los unos a los ótros, sino
esperar tranquilos, sin disturbios.
El
destino quiso que en ese momento se encontrara por la zona un cazador
buscando gacelas, que llegó hasta el lugar donde los animales se
hallaban atrapados. En cuanto lo descubrieron, comenzaron a gritar
pidiendo ayuda.
El
cazador entendió lo que había sucedido y, antes que a todos, ayudó
al león a salir de su cautiverio. La gran bestia tocó sus pies en
homenaje, y dijo:
-Te
demostraré mi gratitud a su debido tiempo. Pero no ayudes al hombre
de cabeza negra -el hombre que tenía pelo negro, porque él olvida
las bondades que se le otorgan.
El
cazador liberó a las otras criaturas, que también le expresaron su
gratitud, y siguió su camino.
En
otra ocasión, el cazador llegó a un lugar donde el león había
dado muerte a una gacela y el animal tocó sus pies y le obsequió la
presa.
Poco
tiempo después sucedió que el Rey Brahma-Datta había salido al
parque con sus mujeres, y se quedó dormido. Las damas se despojaron
de sus ropas, pasearon por el parque, dejaron sus joyas en el suelo y
se sentaron tranquilas a descansar. Una de las mujeres había dejado
sus joyas y se había quedado dormida. El halcón, que había estado
observando todo lo que había en el suelo, se abalanzó sobre las
gemas y voló con ellas hacia donde estaba el cazador, a quien se las
obsequió.
Más
tarde, el rey y sus mujeres se despertaron y regresaron a Varanasi,
pero una de las mujeres le dijo al esposo:
-¡Oh
rey, mis joyas se han perdido en el parque!
El
rey dio órdenes para que los objetos perdidos se encontraran y sus
ministros iniciaron una amplia pesquisa.
Esto
llegó a oídos del hombre de cabeza negra, quien a veces visitaba al
cazador y sabía que éste tenía en su poder las joyas y cómo las
había obtenido. Con ingratitud en su corazón fue al rey y le dijo
quién las tenía.
El
rey se enojó mucho. Sus hombres visitaron al cazador y le dijeron:
-Sabemos
que has robado las joyas del rey en el parque.
El
cazador se asustó mucho y trató de explicar lo que había sucedido,
relatando toda la historia. Pero fue encadenado y enviado a prisión.
El
ratón, sin embargo, se enteró de lo que había pasado. Fue hacia la
víbora y le dijo:
-Nuestro
benefactor, el cazador, a causa de la maldad del hombre de cabeza
negra, ha sido encarcelado. ¿Qué podemos hacer?
La
víbora contestó:
-Veré
al cazador.
Fue
a ver al cazador en la prisión, donde le dijo:
-Hoy
morderé al rey. En cuanto sepas lo que ha sucedido, te ofrecerás a
curarlo. Cuando él acepte, tú utilizarás este remedio especial
para curarle. Si lo haces, no hay duda de que el rey te recompensará,
te liberará y te hará valiosos obsequios.
Así,
la víbora mordió al rey y el cazador le curó, por lo que el rey le
liberó y obsequió con valiosos regalos.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
Me hicieron recordar cuando era chico, garacias
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