Un
beduino hizo un largo recorrido por el desierto. Al llegar la noche,
montó su pequeña tienda negra y se acostó a dormir.
A
medida que las horas transcurrían e iba aumentando el frío, el
camello se congelaba más y más, hasta que, dándole un empujoncito
con el hocico, dijo a su dueño:
-Señor,
hace frío. ¿Puedo introducir mi nariz en la tienda para calentarla
un poco?
El
viajero accedió y se puso de nuevo a dormir.
Apenas
había transcurrido una hora cuando el camello volvió a sentir la
incomodidad del frío.
-Señor
-dijo, volviéndole a despertar, ¿puedo meter la cabeza en la
tienda?
Aceptado
esto, pidió el camello introducir el cuello, y después, sin pedir
siquiera permiso, se metió entero. Cuando ya se había acomodado, el
beduino se encontró acostado al lado del camello y al descubierto.
El camello, con su cuerpo, había desmontado la tienda y ésta
colgaba sobre su joroba, inútil.
-¿Dónde
ha ido a parar la tienda? -preguntó, confuso, el camello.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
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