Una
vez, un árabe del desierto llegó a una ciudad donde vio en un
escaparate, un par de botas que se ofrecían en venta. Entró en la
tienda e hizo una oferta, pero Hunain, el zapatero, mantuvo su precio
y, finalmente, el beduino salió furioso de la tienda.
-El
precio que me pides equivale al de mi camello -dijo enojado.
El
zapatero quedó muy ofendido por el comportamiento y el lenguaje de
este árabe, y decidió que no lo dejaría ir con tales insultos. El
árabe montó su camello y emprendió el camino hacia las tiendas de
su tribu. El zapatero, que sabía de dónde provenía su presunto
cliente, tomó las botas y, acortando camino, llegó a un lugar por
donde el beduino iba a pasar. Allí colocó una bota sobre la arena.
Luego,
el zapatero siguió andando por ese camino una milla más, en donde
dejó caer la otra bota, ocultándose para ver qué sucedía, ya que
tenía un plan.
Al
poco rato se acercó el árabe y vio la primera bota tirada en el
camino, y se dijo a sí mismo: «Ésta es una de las botas de Hunain,
el zapatero, si estuviera la otra me las podría llevar a cambio de
nada», y siguió su camino. Después de todo, ¿de qué le servía
una bota?
Poco
después, el árabe llegó hasta donde estaba la otra bota. Pensó:
«¡Qué pena que no recogí la primera! En ese caso habría tenido
el par».
Luego
se le ocurrió que podía regresar a buscar la primera bota, y así
tendría las dos.
El
beduino estaba todavía lejos de su tienda y no quería cansar a su
camello, así que lo dejó atado y corrió hacia el lugar donde había
visto la primera bota.
El
zapatero salió de su escondite y, dejando la segunda bota donde
estaba, se marchó con el camello del árabe.
Cuando
el árabe regresó al lugar donde había dejado su camello, se dio
cuenta de que éste no estaba. Pensando que se había extraviado,
regresó caminando hacia las tiendas de su gente.
-¿Qué
has traído de la ciudad? -preguntaron los otros beduinos al verlo
llegar cojeando.
-Sólo
las botas de Hunain -dijo el miserable.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
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