Érase
una vez un matrimonio que tenía siete hijos varones y ninguna hija.
Por fin la madre dio a luz una niña y tanto ella como el padre y los
hermanos se pusieron muy contentos. Pero el padre estaba tan
pendiente de la niña que a los hermanos los trataba cada vez peor.
Estos, viendo que en casa ya no tenían nada que hacer, decidieron
marcharse. Antes se despidieron de su hermanita y le regalaron un
anillo.
Pasó
el tiempo y la niña se iba poniendo más guapa conforme se hacía
mayor, y su padre más la quería. De manera que la madre empezó a
sentir envidia de su propia hija. Tenía un espejito mágico al que
le decía:
-Espejo
mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo?
Y
siempre el espejito le había respondido que no, que ella era la más
guapa, hasta que un día le dijo:
-Sí,
tu hija es más guapa que tú.
A
la madre le entró mucha rabia y empezó a maltratar a su propia
hija. A cada momento la mandaba a la fuente a traer agua, y si rompía
algún cacharro la reñía y la pegaba. Una vez la encerró en una
habitación con el propósito de no dejarla salir nunca más y de
nuevo le preguntó al espejito:
-Espejo
mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo?
Y
el espejo contestó:
-Sí.
La que está encerrada en la habitación es más hermosa que tú.
Como
encerrarla no había servido para nada, la madre mandó a los criados
que llevaran a su hija al monte y la mataran. Pera los criados
sintieron lástima de la niña y la abandonaron en medio del campo.
En su lugar mataron una perra, le arrancaron los ojos y la lengua y
se los llevaron a la madre, que creyó que eran los ojos y la lengua
de su hija.
La
niña se puso a andar por el monte hasta que divisó una casa. Se
acercó y, como no sentía a nadie, entró. La chimenea estaba
encendida y sobre la mesa había siete platos vacíos. Entonces se
puso a hacer la comida y, cuando ya estaba hecha, arregló la casa.
Después se salió y se subió a un árbol que había por allí
cerca, a esperar a ver quién llegaba.
Por
la tarde llegaron siete ladrones, que eran los que vivían en la
casa. Cuando entraron, se quedaron muy sorprendidos al ver lo limpia
que estaba y que la comida estaba hecha.
-¿Quién
habrá venido a arreglar y a limpiar la casa? -preguntó uno.
-¿Y
quién nos habrá hecho la comida? -dijo otro.
Como
muy cerca de allí vivían el dragón y su mujer, tenían miedo de
que hubieran venido y les hubieran hecho una comida envenenada.
Entonces uno dijo:
-Vamos
a darle primero a la perrita y, si no le hace daño, a nosotros
tampoco nos lo hará.
Lo
mismo ocurrió otros cuantos días, y siempre los siete ladrones,
antes de comer, daban a probar la comida a la perrita.
Como
no les pasaba nada, decidieron sorprender a la persona que les hacía
la comida y les arreglaba la casa. Por la mañana, en vez de salir
los siete, salieron seis nada más y el capitán se quedó escondido
dentro de la casa. Pero la niña, que todos los días contaba a los
siete cuando salían, contó esta vez nada más que seis y no se
movió del árbol en todo el día.
Viendo
que aquello no daba resultado, los ladrones decidieron regresar a
mediodía, en lugar de por la noche, y así fue como sorprendieron a
la niña en medio de las faenas. La niña sintió mucho miedo cuando
vio que los ladrones se abalanzaban sobre ella, pero el capitán se
fijó en el anillo que llevaba puesto y dijo:
-¡Quietos
todos, que esta es nuestra hermana!
Así
se reconocieron y todos se pusieron muy contentos. La niña les contó
lo que había pasado y ellos dijeron:
-Pues
nada, te quedas a vivir con nosotros, haciendo la comida y arreglando
la casa. Pero no le abras a nadie la puerta.
La
madre, creyendo que su hija estaba muerta, volvió a preguntarle al
espejito:
-Espejo
mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo? Y le contestó
el espejo:
-Sí,
tu hija, que está con los ladrones en el monte, es más guapa que
tú.
La
madre se puso furiosa y dijo: «Tengo que matarla como sea».
Entonces fue a consultar con una bruja, y esta le dijo que visitaría
a la niña, llevándole una camisa hechizada.
Cuando
llegó a la casa del bosque, llamó a la puerta y la niña preguntó:
-¿Quién
es?
Y
la bruja contestó:
-Soy
yo, tu abuelita, que he venido a traerte un regalo.
Entonces
la niña abrió la puerta y la bruja le dijo:
-Mira
qué camisa más linda he bordado para ti.
La
niña se lo creyó; cogió la camisa, se la puso y al momento se cayó
al suelo, como muerta. La bruja se marchó.
Cuando
por la tarde llegaron los ladrones y la vieron allí tirada, se
creyeron que estaba muerta y todos se pusieron a llorar. Luego le
hicieron una caja de cristal, la metieron en ella, para que todo el
mundo la viera, y la tiraron al mar.
El
hijo del rey estaba pescando y encontró la caja. La recogió y vio
que dentro estaba aquella niña tan hermosa. Mandó que llevaran la
caja al palacio y la pusieran en su habitación. Prohibió
terminantemente que entrara nadie a verla, pues se había enamorado
tanto de ella que pensó que, aunque estuviera muerta, se casaría
con ella. Andaba todo el día muy triste y se puso enfermo. Sus
padres le preguntaron que qué le ocurría, pero él no quiso
decirles nada. Hasta que un día el príncipe se dejó abierta la
puerta de su habitación y pudo entrar la madre. Allí se encontró
la caja de cristal. Corriendo fue a preguntarle al príncipe qué
hacía allí aquella caja y el príncipe no tuvo más remedio que
decírselo todo y también que quería casarse con la niña. La madre
exclamó:
-¡Pero,
hijo, si esa muchacha está muerta! No tenemos más remedio que
enterrarla.
Vinieron
el rey y los demás personajes del palacio y todos decían lo mismo.
Por fin el príncipe se convenció de que tenía que ser como ellos
decían y consintió en que preparasen el entierro.
Pero
en un momento que dejaron la caja sola, entró una criada y, viendo
la camisa tan linda que llevaba puesta la niña, pensó: «¿De qué
ha de servirle ya una camisa como esta?». Levantó la tapa de
cristal y se puso a quitarle la camisa.
Y
entonces la niña, conforme le iban quitando la camisa, fue volviendo
en sí. Y cuando la criada terminó de quitarle la camisa, ya estaba
completamente despierta, sin saber dónde se encontraba y qué sitio
era aquel. La criada salió corriendo dando gritos y acudió al
príncipe. Se sorprendió de ver que la niña estaba viva y le
preguntó cómo era posible aquello. Los dos se dijeron todo lo que
les había ocurrido y se pusieron muy contentos. Rápidamente
llamaron a todo el mundo y prepararon las bodas. Y se casaron y
fueron muy felices. Y a la madre la echaron en una caldera de aceite
hirviendo y a la bruja la quemaron en la hoguera. Luego desparramaron
las cenizas por todo el pueblo.
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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