Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 4 de enero de 2015

Mariquita y sus siete hermanitos

Érase una vez un matrimonio que tenía siete hijos varones y ninguna hija. Por fin la madre dio a luz una niña y tanto ella como el padre y los hermanos se pusieron muy contentos. Pero el padre estaba tan pendiente de la niña que a los hermanos los trataba cada vez peor. Estos, viendo que en casa ya no tenían nada que hacer, decidieron marcharse. Antes se despidieron de su hermanita y le regalaron un anillo.
Pasó el tiempo y la niña se iba poniendo más guapa conforme se hacía mayor, y su padre más la quería. De manera que la madre empezó a sentir envidia de su propia hija. Tenía un espejito mágico al que le decía:
-Espejo mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo?
Y siempre el espejito le había respondido que no, que ella era la más guapa, hasta que un día le dijo:
-Sí, tu hija es más guapa que tú.
A la madre le entró mucha rabia y empezó a maltratar a su propia hija. A cada momento la mandaba a la fuente a traer agua, y si rompía algún cacharro la reñía y la pegaba. Una vez la encerró en una habitación con el propósito de no dejarla salir nunca más y de nuevo le preguntó al espejito:
-Espejo mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo?
Y el espejo contestó:
-Sí. La que está encerrada en la habitación es más hermosa que tú.
Como encerrarla no había servido para nada, la madre mandó a los criados que llevaran a su hija al monte y la mataran. Pera los criados sintieron lástima de la niña y la abandonaron en medio del campo. En su lugar mataron una perra, le arrancaron los ojos y la lengua y se los llevaron a la madre, que creyó que eran los ojos y la lengua de su hija.
La niña se puso a andar por el monte hasta que divisó una casa. Se acercó y, como no sentía a nadie, entró. La chimenea estaba encendida y sobre la mesa había siete platos vacíos. Entonces se puso a hacer la comida y, cuando ya estaba hecha, arregló la casa. Después se salió y se subió a un árbol que había por allí cerca, a esperar a ver quién llegaba.
Por la tarde llegaron siete ladrones, que eran los que vivían en la casa. Cuando entraron, se quedaron muy sorprendidos al ver lo limpia que estaba y que la comida estaba hecha.
-¿Quién habrá venido a arreglar y a limpiar la casa? -preguntó uno.
-¿Y quién nos habrá hecho la comida? -dijo otro.
Como muy cerca de allí vivían el dragón y su mujer, tenían miedo de que hubieran venido y les hubieran hecho una comida envenenada. Entonces uno dijo:
-Vamos a darle primero a la perrita y, si no le hace daño, a nosotros tampoco nos lo hará.
Lo mismo ocurrió otros cuantos días, y siempre los siete ladrones, antes de comer, daban a probar la comida a la perrita.
Como no les pasaba nada, decidieron sorprender a la persona que les hacía la comida y les arreglaba la casa. Por la mañana, en vez de salir los siete, salieron seis nada más y el capitán se quedó escondido dentro de la casa. Pero la niña, que todos los días contaba a los siete cuando salían, contó esta vez nada más que seis y no se movió del árbol en todo el día.
Viendo que aquello no daba resultado, los ladrones decidieron regresar a mediodía, en lugar de por la noche, y así fue como sorprendieron a la niña en medio de las faenas. La niña sintió mucho miedo cuando vio que los ladrones se abalanzaban sobre ella, pero el capitán se fijó en el anillo que llevaba puesto y dijo:
-¡Quietos todos, que esta es nuestra hermana!
Así se reconocieron y todos se pusieron muy contentos. La niña les contó lo que había pasado y ellos dijeron:
-Pues nada, te quedas a vivir con nosotros, haciendo la comida y arreglando la casa. Pero no le abras a nadie la puerta.
La madre, creyendo que su hija estaba muerta, volvió a preguntarle al espejito:
-Espejo mío, ¿hay en el mundo una mujer más guapa que yo? Y le contestó el espejo:
-Sí, tu hija, que está con los ladrones en el monte, es más guapa que tú.
La madre se puso furiosa y dijo: «Tengo que matarla como sea». Entonces fue a consultar con una bruja, y esta le dijo que visitaría a la niña, llevándole una camisa hechizada.
Cuando llegó a la casa del bosque, llamó a la puerta y la niña preguntó:
-¿Quién es?
Y la bruja contestó:
-Soy yo, tu abuelita, que he venido a traerte un regalo.
Entonces la niña abrió la puerta y la bruja le dijo:
-Mira qué camisa más linda he bordado para ti.
La niña se lo creyó; cogió la camisa, se la puso y al momento se cayó al suelo, como muerta. La bruja se marchó.
Cuando por la tarde llegaron los ladrones y la vieron allí tirada, se creyeron que estaba muerta y todos se pusieron a llorar. Luego le hicieron una caja de cristal, la metieron en ella, para que todo el mundo la viera, y la tiraron al mar.
El hijo del rey estaba pescando y encontró la caja. La recogió y vio que dentro estaba aquella niña tan hermosa. Mandó que llevaran la caja al palacio y la pusieran en su habitación. Prohibió terminantemente que entrara nadie a verla, pues se había enamorado tanto de ella que pensó que, aunque estuviera muerta, se casaría con ella. Andaba todo el día muy triste y se puso enfermo. Sus padres le preguntaron que qué le ocurría, pero él no quiso decirles nada. Hasta que un día el príncipe se dejó abierta la puerta de su habitación y pudo entrar la madre. Allí se encontró la caja de cristal. Corriendo fue a preguntarle al príncipe qué hacía allí aquella caja y el príncipe no tuvo más remedio que decírselo todo y también que quería casarse con la niña. La madre exclamó:
-¡Pero, hijo, si esa muchacha está muerta! No tenemos más remedio que enterrarla.
Vinieron el rey y los demás personajes del palacio y todos decían lo mismo. Por fin el príncipe se convenció de que tenía que ser como ellos decían y consintió en que preparasen el entierro.
Pero en un momento que dejaron la caja sola, entró una criada y, viendo la camisa tan linda que llevaba puesta la niña, pensó: «¿De qué ha de servirle ya una camisa como esta?». Levantó la tapa de cristal y se puso a quitarle la camisa.
Y entonces la niña, conforme le iban quitando la camisa, fue volviendo en sí. Y cuando la criada terminó de quitarle la camisa, ya estaba completamente despierta, sin saber dónde se encontraba y qué sitio era aquel. La criada salió corriendo dando gritos y acudió al príncipe. Se sorprendió de ver que la niña estaba viva y le preguntó cómo era posible aquello. Los dos se dijeron todo lo que les había ocurrido y se pusieron muy contentos. Rápidamente llamaron a todo el mundo y prepararon las bodas. Y se casaron y fueron muy felices. Y a la madre la echaron en una caldera de aceite hirviendo y a la bruja la quemaron en la hoguera. Luego desparramaron las cenizas por todo el pueblo.

0.003.1 anonimo (españa) - 075

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