Erase
una vez un hombre pobre que vivía cerca de Estambul. Solía cazar
pájaros mediante redes que colgaba en los árboles del bosque, luego
los sacaba y los vendía en una ciudad cercana.
Un
día atrapó a un bellísimo pájaro dorado de pico rojo y cola
amarilla que tenía una campanilla de plata atada a su pata derecha.
-Libérame
de esta red, buen hombre, ya que no soy un pájaro común y, si me
dejas libre, te ayudaré a lograr tu fortuna.
Este
joven, cuyo nombre era Megmet, quedó tan sorprendido al escuchar
hablar al pájaro con voz humana que casi no pudo creer lo que oía.
Entonces le dijo:
-¿Cómo
es que un pájaro como tú puede hablar y sin embargo ser tan tonto
como para caer en mi red?
-¡Ah!
-replicó el pájaro,
no vi por donde andaba y mi pata quedó aprisionada de este modo. Mi
señora, que es la princesa, estaba de caza en el bosque con sus
hermanos y yo iba sentado muy feliz en su muñeca. De repente un
halcón se lanzó sobre mí desde el cielo y, presa de temor, volé
de la muñeca de mi señora al rincón más oscuro del bosque. La
princesa se sentirá desolada ante mi desaparición, ya que solía
contarme todos sus pensamientos secretos y hasta me enseñó a hablar
para que le hiciera compañía.
-¿Vendrás
a mi choza y me hablarás? -preguntó Megmet.
-Oh,
no no no -dijo el pájaro, debes llevarme de vuelta con mi señora
inmediatamente. Ella me estará extrañando mucho y te recompensará
con muchas piezas de oro si me devuelves sano y salvo.
-Pero
¿cómo podré yo, un pobre cazador de pájaros, dar con el camino al
palacio de una dama tan noble como tu señora?
-Déjame
apoyarme en tu hombro y te diré el camino -dijo el pájaro, pero
primero dame agua para beber y un poco de grano para comer, porque me
desmayo de hambre y sed.
El
cazador llevó al pájaro a su choza y le dio agua de beber y puso un
poco de grano en la palma de su mano para que pudiera sentarse
cómodamente en su muñeca y alimentarse.
Cuando
el pájaro se sintió más fuerte, dijo:
-Rápido,
debes llevarme de vuelta con mi señora, no puedo volar hasta allí
debido a los halcones que hay en el cielo y el palacio queda muy
lejos.
Entonces
Megmet se puso su manto harapiento y sus sandalias remendadas y
partió en la dirección que el pájaro le indicaba; con él sobre su
hombro, siguió el camino.
Al
fin llegaron a una enorme montaña y Megmet trepó por un sendero
escabroso hasta que llegaron a un hermoso castillo de mármol rojo.
-Llama
a la puerta y pregunta por el capitán de la guardia -dijo el pájaro
cuando llegaron al gran portal de bronce en la muralla del palacio.
Megmet
lo hizo y el capitán de la guardia, con grandes patillas negras y
enormes ojos negros le gritó:
-¿Quién
eres tú que te atreves a preguntar por mí, vago hara-piento?
-He
traído de vuelta el pájaro de la princesa -dijo Megmet. Y el
capitán de la guardia abrió la gran puerta que daba al patio del
palacio.
-Así
que lo has traído, ¿eh?, está bien, dame el pájaro y lárgate, ya
que no puedes pasar -dijo el capitán.
-La
princesa dará una gran recompensa por mi devolución -pió el pájaro
haciendo tintinear su campanilla de plata, debes dejarlo pasar,
capitán de la guardia, o mi señora se enterará de esto.
En
cuanto el capitán escuchó estas palabras sus ojos se abrieron de
par en par.
-Entonces
reclamaré la recompensa para mí -gritó. Pero la princesa Nilenfer
se hallaba apoyada en su balcón y vio lo que sucedía.
-Mi
querido pájaro dorado ha vuelto -exclamó corriendo al patio rodeada
por sus esclavas.
Cuando
el capitán de la guardia la vio, se puso muy colorado. La princesa
Nilenfer colocó a la mascota nuevamente en su muñeca y pidió a
Megmet que le contara toda la historia.
-Tendrás
tantas piezas de oro como puedas llevarte -dijo la princesa Nilenfer,
porque no perdería mi pájaro parlante por todo el oro del mundo.
Continuó
mirándolo, y viendo que era un joven fuerte y guapo, sin importarle
su manto harapiento y sus sandalias rotas, le preguntó:
-¿Y
de qué te ocupas?
-Soy
cazador de pájaros, Alteza -respondió él- y vivo en el bosque.
Todos los días pongo redes y cuando atrapo pájaros los vendo en la
ciudad.
-Ajá
-dijo la princesa,
dejarás de ser cazador de pájaros desde hoy mismo, y vendrás a
cuidar los pájaros del palacio de marfil.
Mandó
al capitán de la guardia en busca del Gran Visir y el Gran Visir se
llevó a Megmet y le dio cien piezas de oro y gran cantidad de finas
ropas acordes con su nueva posición.
La
princesa fue a ver a sus hermanos y les dijo que no se casaría con
nadie más que con Megmet; de no ser así, se quedaría sola hasta el
fin de sus días. Estaba tan decidida que sus hermanos consintieron y
dieron una gran fiesta en honor de la boda de su hermana.
Y
así fue como se casaron y en un enorme palacio a orillas del Bósforo
vivieron felices para siempre.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
No hay comentarios:
Publicar un comentario