Un
hombre bueno, viendo que una serpiente atacaba a un oso, fue a
socorrerlo y lo liberó de la serpiente. El oso fue tan sensible a la
bondad que había demostrado el hombre con él, que le siguió por
dondequiera que fue y se hizo su esclavo fiel, protegiéndole de
cualquier cosa que le molestara. Un día, el hombre estaba durmiendo
y el oso, de acuerdo con su costumbre, estaba sentado a su lado,
espantando las moscas. Las moscas se volvieron tan persistentes en
sus molestias que el oso perdió la paciencia y, agarrando la piedra
más grande que pudo encontrar, se la arrojó con la intención de
matarlas, pero, desafortunadamente, las moscas escaparon y la piedra
cayó sobre la cabeza del durmiente, aplastándola. La moraleja es:
«No te hagas amigo de los tontos».
0.187.1
anonimo (asia) - 065
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