Una
hormiga deambulaba descarriada, cierto día, por una hoja de papel y
vio, de pronto, una pluma que escribía finos trazos negros.
-¡Qué
maravilla! -exclamó.
Qué cosa tan notable y con vida propia, que hace garabatos en esta
bella superficie, hasta el extremo de que puede equipararse a los
esfuerzos conjuntos de todas las hormigas del mundo. ¡Y qué
garabatos hace! Parecen hormigas. Y no una, sino millones que actúan
juntas.
Le
relató sus ideas a otra hormiga, la cual estuvo igualmente
interesada. Alabó los poderes de observación y reflexión de la
primera hormiga.
Pero
otra hormiga dijo:
-Sirviéndome
de tus esfuerzos, tengo que admitirlo, he observado ese extraño
objeto. Pero he llegado a la conclusión de que no es él quien
impulsa su trabajo. Has cometido el error de no observar que esa
pluma está unida a otros objetos, que la rodean y conducen. Esos y
no otros deben ser considerados como el origen de su movimiento.
De
este modo, las hormigas descubrieron los dedos.
Pasado
bastante tiempo, otra hormiga caminó sobre los dedos y se dio cuenta
de que formaban parte de una mano, que exploró total y
minuciosa-mente, al estilo de las hormigas, trepando por todas partes
y escudriñándolo todo.
Regresó
entonces junto a sus compañeras, y les gritó:
-¡Hormigas!
Tengo noticias de importancia para vosotras. Esos pequeños objetos
forman parte de otro mucho mayor. Y éste es el que verdaderamente lo
mueve todo.
Pero
luego se descubrió que la mano estaba unida a un brazo, y el brazo a
un cuerpo, y que no existía una sino dos manos, y que existían dos
pies que no escribían.
Y
prosiguieron las investigaciones.
Las
hormigas llegaron así a tener una idea adecuada de la mecánica de
la escritura.
Pero
acerca del sentido e interición de la escritura, no pudieron
averiguar nada con su acostumbrado método de investigación, porque
no sabían leer y escribir.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
No hay comentarios:
Publicar un comentario