Un
aceitero tenía un loro, que solía divertirle con su agradable
charla y cuidaba de su tienda cuando él salía. Un día, cuando el
loro se hallaba solo en la tienda, un gato derramó una de las jarras
de aceite. Cuando el aceitero regresó, pensó que el loro había
hecho esa travesura y, en su enojo, le asestó tal golpe en la
cabeza, que quedó sin plumas y tan aturdido que perdió la capacidad
de hablar durante muchos días.
Una
tarde el loro vio a un hombre calvo que pasaba por la tienda y,
recobrando la voz, le preguntó:
-Dígame,
¿a quién derramó usted la jarra de aceite?
El
paseante sonrió ante el error del loro al confundir la calvicie
provocada por la edad con la pérdida de sus plumas debida a un
golpe.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
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