Una
gallina estaba picoteando al pie de una encina, cuando
de pronto le cayó una bellota en la cresta. Se asustó y echó a
correr.
Corriendo,
corriendo, se tropezó con el gallo, que le dijo:
-¿Dónde
vas tan de prisa, comadre?
-¡Que
el cielo se viene encima!
-¿Y
quién te lo ha dicho?
-¡Que
ya me dio en la crestina!
-¡Pues
vámonos! -dijo el gallo, y juntos siguieron a todo meter. Corriendo,
corriendo, tropezaron con la zorra, que les dice:
-¿Adónde
van ustedes tan de prisa?
Y
contesta el gallo:
-¡Que
el cielo se viene encima!
-¿Y
quién se lo ha dicho?
-Mi comadre la gallina.
-¿Y
a usted, señora gallina?
-¡Que
ya me dio en la crestina!
-¡Pues
vámonos de aquí! -dijo la zorra, y se unió a los otros. Iban los
tres que no se les veía, y corriendo, corriendo, tropezaron con el
lobo. Dice el lobo:
-¿Adónde
va usted, comadre zorra?
Y
le contesta la zorra:
-¡Que
el cielo se viene encima!
-Y
quién se lo ha dicho?
-Mi
compadre el gallo.
-,Y
a usted, señor gallo?
-Mi
comadre la gallina.
-Y
a usted, señora gallina?
-¡Que
ya me dio en la crestina!
-¡Pues
vámonos de aquí! -dijo el lobo, y los cuatro siguieron corriendo.
Al
cabo de un rato, y viendo que no pasaba nada, la zorrita le guiñó
un ojo al lobo, que la comprendió en seguida. Y tal como iban
corriendo, uno le echó mano al gallo y el otro a la gallina, y allí
mismo se los comieron.
-A
ver si tenemos suerte, y se cae todos los días un cachito de cielo
-dijo la zorra.
-Pues
lo que es yo me he quedado con hambre -dijo el lobo. Y la zorra, que
le conocía las intenciones, dice:
-Pues
no se preocupe usted, compadre, que por aquí cerca conozco una
majada y deben estar los pastores almorzando. Así que los pillamos
distraídos y les quitamos algún corderillo.
-¿Pastores?
Conmigo no cuentes, que es pleno día y me azuzan los perros en
cuanto me descuide.
-Pues
quédese usted aquí, escondido en esas retamas, que yo le traeré
algo -dijo la zorra.
Se
fue la zorra en dirección a la majada y se quedó el lobo escondido
donde le habían dicho.
Pero
ya era tarde para él, porque los perros lo habían olfateado y los
pastores habían organizado la batida. Cuando quiso darse cuenta, ya
tenía los perros encima, y tuvo el tiempo justo de sacudirse a los
primeros, aunque se llevó unos cuantos mordiscos.
Mientras,
la zorra se acercaba tranquilamente a la majada, y como no había un
alma, se pegó el atracón de una caldera de migas que se estaban
comiendo los pastores. Volvió en busca del lobo, y se lo encontró a
orillas de un río, lavándose las heridas que le habían hecho los
perros.
-¿Qué
le ha pasado a usted, compadre?
-Pues
que parece que la habían escuchado. Nada más irse usted, llegaron
esos sabuesos, y menos mal que pude defenderme. Con todo, me han
dejado señalado.
-Pues
suerte ha tenido usted -dijo la zorra. Porque a mí, que no tengo la
habilidad ni los colmillos que usted tiene, me han agarrado y me han
pegado una paliza, que no puedo ni moverme. Y lo malo es que vienen
por ahí otra vez.
-¿Otra
vez? Pues lo que es a mí no me cogen de primo -dijo
el lobo y se dispuso a cruzar el río, nadando. Entonces le dice la zorra:
el lobo y se dispuso a cruzar el río, nadando. Entonces le dice la zorra:
-Compadre
lobo, que, con la somanta de palos que llevo encima, no puedo nadar.
¿Va usted a dejarme aquí para que me devoren esos malvados?
El
lobo se compadeció de ella y le dice:
-Está
bien, comadre. Yo la llevaré a caballito. Vaya por el aviso que me
ha dado usted.
Y
así fue. La zorra se montó encima del lobo y este se echó a nadar.
Cuando iban por mitad del río, le dio a la zorra por ponerse a
cantar, diciendo:
-Zorrita
sandunguera,
harta
de migas,
¡y
gran caballera!
El
lobo no pudo entender bien lo que decía, pero le mosqueó bastante
que la otra fuera cantando. Le preguntó:
-¿Cómo
dice usted, comadre?
Y
la zorra cantó otra vez:
-Zorrita
sandunguera,
harta
de migas,
¡y
gran caballera!
-¿Ah,
sí? ¡Pues a costa mía no será! -dijo el lobo, y tiró a la zorra
al agua.
En
cuanto llegaron a la orilla, el lobo le echó mano a la zorra y le
dice:
-Conque
te hartaste de migas, y encima querías viajar a caballo. Pues yo
también estoy harto, pero de ti, maldita zorra. ¡Y ahora mismo vas
a saber quién soy yo!
-¡Quieto
ahí, compadre, quieto ahí! -dijo la zorra. ¿O es que no sabe usted
que a este lado del río vive un cabrero y si nos escucha pelear
puede ser malo para los dos? Tengamos la fiesta en paz, que yo sé
cómo sacarle las cabras del corral y nos daremos un buen banquete.
El
lobo no se lo quería creer, pero consintió, por si las moscas.
Y
allá que va la zorra, y se acerca al corral de las cabras, por el
lado que no venía el viento. Así, los perros no pudieron olerla. No
hace más que asomarse al corral, empezaron las cabras a ponerse
nerviosas, nerviosas, y dos de ellas que pegan un brinco y se saltan
la pared. Salen corriendo y la zorra detrás de ellas, llevándolas
para donde estaba el lobo. De manera que este no tuvo más que
echárseles encima y las mató.
Muy
juntitos, la zorra y el lobo se pegaron un atracón, que ya no podían
más. Y la zorra pensaba: «Con la barriga así de llena, veremos a
ver cómo nos las arreglamos en cuanto el pastor se dé cuenta y
salga a buscarnos con los perros». Dice entonces:
-Compadre
lobo, estoy muertecita de sed.
-Y
yo también. En mi vida he comido tanto como ahora.
-Ya
ve usted que le decía la verdad.
-Tienes
razón, zorrita. Ya nunca más desconfiaré de ti.
-Pues
otra prueba voy a darle. Y es que sé yo dónde hay un pozo, y ahora
mismo le llevo para que se harte de beber -dijo la zorra.
-¡Ay,
zorrita, qué buena es usted! ¡Pero qué requetebuena!
-Nada,
nada, para eso somos compadres.
Echaron
a andar los dos y al cabo de un rato llegaron a un pozo.
El
pozo no tenía más que una cubeta atada a una soga. Dice la zorra:
-Yo
he visto hacer esto una vez. Me monto yo primero, para que vea usted
cómo se hace. Usted va largando soga hasta que yo diga «¡basta!»,
y es porque ya habré llegado al agua. Y cuando haya bebido, digo
«¡tire!», y usted tira de la soga, para sacarme.
Así
lo hicieron. El lobo, muy atento, hizo toda la operación tal como le
había enseñado la zorra. Luego dice esta:
-Ea,
pues ahora le toca a usted.
Y
se metió el lobo en la cubeta, y la zorra fue largando soga hasta
que el otro le avisó. Pero, cuando le pidió que lo subiera, ya no
le hizo caso, sino que amarró la soga y dejó al lobo dentro del
pozo. A esto que se oyen ladrar los perros, y el pobre lobo,
desesperado, desde el fondo del pozo, gritaba:
-¡De
prisa, tira de prisa!
Y
le contestó la zorra, antes de salir corriendo:
-¡Cuando
venga el cabrero será la risa!
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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