Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 4 de enero de 2015

Que el cielo se viene encima!

Una gallina estaba picoteando al pie de una encina, cuando de pronto le cayó una bellota en la cresta. Se asustó y echó a correr.
Corriendo, corriendo, se tropezó con el gallo, que le dijo:
-¿Dónde vas tan de prisa, comadre?
-¡Que el cielo se viene encima!
-¿Y quién te lo ha dicho?
-¡Que ya me dio en la crestina!
-¡Pues vámonos! -dijo el gallo, y juntos siguieron a todo meter. Corriendo, corriendo, tropezaron con la zorra, que les dice:
-¿Adónde van ustedes tan de prisa?
Y contesta el gallo:
-¡Que el cielo se viene encima!
-¿Y quién se lo ha dicho? 
-Mi comadre la gallina.
-¿Y a usted, señora gallina?
-¡Que ya me dio en la crestina!
-¡Pues vámonos de aquí! -dijo la zorra, y se unió a los otros. Iban los tres que no se les veía, y corriendo, corriendo, tropezaron con el lobo. Dice el lobo:
-¿Adónde va usted, comadre zorra?
Y le contesta la zorra:
-¡Que el cielo se viene encima!
-Y quién se lo ha dicho?
-Mi compadre el gallo.
-,Y a usted, señor gallo?
-Mi comadre la gallina.
-Y a usted, señora gallina?
-¡Que ya me dio en la crestina!
-¡Pues vámonos de aquí! -dijo el lobo, y los cuatro siguieron corriendo.
Al cabo de un rato, y viendo que no pasaba nada, la zorrita le guiñó un ojo al lobo, que la comprendió en seguida. Y tal como iban corriendo, uno le echó mano al gallo y el otro a la gallina, y allí mismo se los comieron.
-A ver si tenemos suerte, y se cae todos los días un cachito de cielo -dijo la zorra.
-Pues lo que es yo me he quedado con hambre -dijo el lobo. Y la zorra, que le conocía las intenciones, dice:
-Pues no se preocupe usted, compadre, que por aquí cerca conozco una majada y deben estar los pastores almorzando. Así que los pillamos distraídos y les quitamos algún corderillo.
-¿Pastores? Conmigo no cuentes, que es pleno día y me azuzan los perros en cuanto me descuide.
-Pues quédese usted aquí, escondido en esas retamas, que yo le traeré algo -dijo la zorra.
Se fue la zorra en dirección a la majada y se quedó el lobo escondido donde le habían dicho.
Pero ya era tarde para él, porque los perros lo habían olfateado y los pastores habían organizado la batida. Cuando quiso darse cuenta, ya tenía los perros encima, y tuvo el tiempo justo de sacudirse a los primeros, aunque se llevó unos cuantos mordiscos.
Mientras, la zorra se acercaba tranquilamente a la majada, y como no había un alma, se pegó el atracón de una caldera de migas que se estaban comiendo los pastores. Volvió en busca del lobo, y se lo encontró a orillas de un río, lavándose las heridas que le habían hecho los perros.
-¿Qué le ha pasado a usted, compadre?
-Pues que parece que la habían escuchado. Nada más irse usted, llegaron esos sabuesos, y menos mal que pude defenderme. Con todo, me han dejado señalado.
-Pues suerte ha tenido usted -dijo la zorra. Porque a mí, que no tengo la habilidad ni los colmillos que usted tiene, me han agarrado y me han pegado una paliza, que no puedo ni moverme. Y lo malo es que vienen por ahí otra vez.
-¿Otra vez? Pues lo que es a mí no me cogen de primo -dijo
el lobo y se dispuso a cruzar el río, nadando. Entonces le dice la zorra:
-Compadre lobo, que, con la somanta de palos que llevo encima, no puedo nadar. ¿Va usted a dejarme aquí para que me devoren esos malvados?
El lobo se compadeció de ella y le dice:
-Está bien, comadre. Yo la llevaré a caballito. Vaya por el aviso que me ha dado usted.
Y así fue. La zorra se montó encima del lobo y este se echó a nadar. Cuando iban por mitad del río, le dio a la zorra por ponerse a cantar, diciendo:

-Zorrita sandunguera,
harta de migas,
¡y gran caballera!

El lobo no pudo entender bien lo que decía, pero le mosqueó bastante que la otra fuera cantando. Le preguntó:
-¿Cómo dice usted, comadre?
Y la zorra cantó otra vez:

-Zorrita sandunguera,
harta de migas,
¡y gran caballera!

-¿Ah, sí? ¡Pues a costa mía no será! -dijo el lobo, y tiró a la zorra al agua.
En cuanto llegaron a la orilla, el lobo le echó mano a la zorra y le dice:
-Conque te hartaste de migas, y encima querías viajar a caballo. Pues yo también estoy harto, pero de ti, maldita zorra. ¡Y ahora mismo vas a saber quién soy yo!
-¡Quieto ahí, compadre, quieto ahí! -dijo la zorra. ¿O es que no sabe usted que a este lado del río vive un cabrero y si nos escucha pelear puede ser malo para los dos? Tengamos la fiesta en paz, que yo sé cómo sacarle las cabras del corral y nos daremos un buen banquete.
El lobo no se lo quería creer, pero consintió, por si las moscas.
Y allá que va la zorra, y se acerca al corral de las cabras, por el lado que no venía el viento. Así, los perros no pudieron olerla. No hace más que asomarse al corral, empezaron las cabras a ponerse nerviosas, nerviosas, y dos de ellas que pegan un brinco y se saltan la pared. Salen corriendo y la zorra detrás de ellas, llevándolas para donde estaba el lobo. De manera que este no tuvo más que echárseles encima y las mató.
Muy juntitos, la zorra y el lobo se pegaron un atracón, que ya no podían más. Y la zorra pensaba: «Con la barriga así de llena, veremos a ver cómo nos las arreglamos en cuanto el pastor se dé cuenta y salga a buscarnos con los perros». Dice entonces:
-Compadre lobo, estoy muertecita de sed.
-Y yo también. En mi vida he comido tanto como ahora.
-Ya ve usted que le decía la verdad.
-Tienes razón, zorrita. Ya nunca más desconfiaré de ti.
-Pues otra prueba voy a darle. Y es que sé yo dónde hay un pozo, y ahora mismo le llevo para que se harte de beber -dijo la zorra.
-¡Ay, zorrita, qué buena es usted! ¡Pero qué requetebuena!
-Nada, nada, para eso somos compadres.
Echaron a andar los dos y al cabo de un rato llegaron a un pozo.
El pozo no tenía más que una cubeta atada a una soga. Dice la zorra:
-Yo he visto hacer esto una vez. Me monto yo primero, para que vea usted cómo se hace. Usted va largando soga hasta que yo diga «¡basta!», y es porque ya habré llegado al agua. Y cuando haya bebido, digo «¡tire!», y usted tira de la soga, para sacarme.
Así lo hicieron. El lobo, muy atento, hizo toda la operación tal como le había enseñado la zorra. Luego dice esta:
-Ea, pues ahora le toca a usted.
Y se metió el lobo en la cubeta, y la zorra fue largando soga hasta que el otro le avisó. Pero, cuando le pidió que lo subiera, ya no le hizo caso, sino que amarró la soga y dejó al lobo dentro del pozo. A esto que se oyen ladrar los perros, y el pobre lobo, desesperado, desde el fondo del pozo, gritaba:
-¡De prisa, tira de prisa!
Y le contestó la zorra, antes de salir corriendo:

-¡Cuando venga el cabrero será la risa!

0.003.1 anonimo (españa) - 075

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