Yan Zi
fue nombrado embajador del rey Chi y enviado al vecino reino Chu, cuyo monarca
era prepotente y despreciaba a los países más débiles. Sentía bastante
hostilidad por el país que representaba el embajador Yan Zi debido a la guerra
que habían sostenido durante muchos años. Por lo tanto, cuando le anunciaron
la llegada del nuevo embajador, preparó varios planes para humillarlo.
Como Yan
Zi era bajo de estatura, el rey ordenó abrirle sólo la puerta pequeña del acceso
lateral de la capital el día de su llegada. El embajador, indignado por el
desprecio, se negó a entrar diciendo:
-Soy
embajador acreditado de un reino y no de una perrera. Si éste fuera un país de
canes, aceptaría entrar por este hueco.
Al oír
eso, el rey no tuvo más remedio que ordenar que le abrieran la puerta
principal. Sin embargo, no abandonó el plan de humillarlo. Durante la
entrevista con Yan Zi, el rey mostró su menosprecio sin ningún tapujo.
-¿Será
posible que no tengan otra persona más adecuada para tener que mandarle a usted
aquí como embajador?
La
indignación ante tan evidente menosprecio no le hizo perder la cabeza a Yan Zi,
quien con un tono sereno le respondió:
-En mi
país hay una tradición: los embajadores acreditados en los países de soberanos
sabios tienen que ser muy competentes. En cambio, siendo yo tan deficiente,
sólo puedo venir a su reino.
Un tanto
sorprendido con la habilidad mental y la ferocidad de sus respuestas, el
agresivo rey no se dejó impresionar por la inteligencia del nuevo embajador, a
quien tenía preparado otro ardid para humillarlo. Hizo una señal con la mano,
tras la cual un guardia trajo a un detenido y le informó a viva voz:
-Majestad,
éste es un ladrón, inmigrante del reino Chi.
El
monarca se puso a reír a carcajadas lleno de satisfacción.
-Ya lo
creo. Por lo visto, los habitantes de Chi no son más que unos ladrones. Ja, ja,
ja...
Yan Zi
no se dejó abrumar por el trato humillantes; con tono tranquilo y voz grave,
dijo:
-Los
naranjos que crecen al sur del río Yantsé dan unas frutas jugosas y dulces.
Pero, al ser trasplantados aquí en el norte, sus naranjas son incomestibles,
porque las condiciones han cambiado totalmente. Los habitantes de Chi son
honrados y nunca roban a nadie. Pero, curiosamente, al venir aquí se han
habituado a convertirse en ladrones.
El rey
Chu se encogió de hombros sin saber qué decir.
005. Anonimo (china),
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