Como
dice el antiguo adagio: «Nadie puede empujar el río.» A veces, más vale el
inútil que el que pretende ser demasiado «útil».
Un
hombre sembró un campo de judías. Pidió a sus empleados que lo atendieran debidamente,
pero eran unos verdaderos holgazanes y no prestaban la menor atención a la
huerta. El resultado, pues, era que los brotes crecían lentísimamente. Fue un
día el propietario a comprobar cómo evolucionaban y se dio cuenta de que apenas
había crecido. ¿Qué hizo entonces el buen hombre? Durante horas se puso a
tirar de los brotes, y al regresar a su casa, extenuado, dijo:
-Me
muero de cansancio.
-¿Por
qué? -preguntó su hijo.
-He
estado ayudando a crecer los brotes tirando de ellos.
A la
manaña siguiente el hijo, temiéndose lo peor, fue a la huerta. Apenado,
comprobó que todas las plantas estaban muertas. La inutilidad de sus empleados
las había hecho enfermar; la «utilidad» de su padre había terminado por
matarlas.
005. Anonimo (china),
No hay comentarios:
Publicar un comentario