Había una
vez un hombre que pertenecía a la secta del Loto Blanco. Muchos, deseosos de
dominar las artes tenebrosas, lo tomaban por maestro.
Un día el
mago quiso salir. Entonces colocó en el vestíbulo un tazón cubierto con otro
tazón y ordenó a los discípulos que los cuidaran. Les dijo que no descubrieran
los tazones ni vieran lo que había adentro.
Apenas se
alejó, levantaron la tapa y vieron que en el tazón había agua pura y en el agua
un barquito de paja, con mástiles y velamen. Sorprendidos, lo empujaron con el
dedo. El barco se volcó. De prisa lo enderezaron y volvieron a tapar el tazón.
El mago
apareció inmediatamente y les dijo:
-¿Por qué
me han desobedecido?
Los
discípulos se pusieron de pie y negaron. El mago declaró:
-Mi nave
ha zozobrado en el confín del Mar Amarillo. ¿Cómo se atreven a engañarme?
Una
tarde, encendió en un rincón del patio una pequeña vela. Les ordenó que la
cuidaran del viento. Había pasado la segunda vigilia y el mago no había vuelto.
Cansados y soñolientos, los discípulos se acostaron y se durmieron. Al otro día
la vela estaba apagada. La encendieron de nuevo.
El mago
apareció inmediatamente y les dijo:
-¿Por qué
me han desobedecido?
Los
discípulos negaron:
-De
veras, no hemos dormido. ¿Cómo iba a apagarse la luz?
El mago
les dijo:
-Quince
leguas erré en la oscuridad de los desiertos tibetanos y ahora quieren
engañarme
Esto
atemorizó a los discípulos.
005. Anonimo (china),
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