En la
sagrada montaña de Omei había instalados un gran número de monasterios, tanto
de grandes como de pequeñas dimensiones. Pero no sólo sus dimensiones eran
distintas, sino también la fortuna de sus bonzos. Los bonzos de los monasterios
pequeños eran pobres, en tanto que los de los monasterios grandes eran ricos.
Cierto
día, un bonzo pobre acudió a despedirse de algunos bonzos conocidos de uno de
los monasterios grandes, ya que había decidido emprender una larga peregrinación
que le llevaría varios meses y no pocas dificultades, pues debía atravesar
elevadas montañas y caudalosos ríos.
Un bonzo
rico que oyó el proyecto se interesó mucho por el mismo, y rogó al bonzo pobre
que le pusiera al corriente del mismo con detalle. Tras escuchar el programa
de la peregrinación con mucha atención, el bonzo rico preguntó al pobre:
-Para un
viaje tan largo y complicado, ¿qué va a llevar usted?
El bonzo
pobre contestó:
-Lo que
siempre poseo y llevo. Es muy simple. Me haré acompañar de mi escudilla para
los alimentos y mi jarrito para el agua. Cuando tenga sed, tomaré agua con el
jarrito de los arroyos, y cuando tenga hambre, mendigaré con mi escudilla.
El bonzo
rico explicó entonces:
-Desde
hace tiempo quiero llevar a cabo esta peregrinación. Llevo muchos años
queriendo emprenderla, pero nunca termino de prepararme del todo, pues siempre
noto que me falta algo que llevarme. Esta peregrinación es larga y complicada
y no se puede tomar a la ligera. Pero no quiero dejar pasar más tiempo y muy
pronto yo mismo haré la peregrinación.
El bonzo
pobre partió de viaje. Estuvo fuera nada menos que casi un año, pues el
trayecto era realmente diñcil e incluso no exento de algunos riesgos.
El bonzo
pobre regresó a la santa montaña de Omei. Decidió enseguida ir a visitar a los
bonzos del monasterio grande en el que había estado antes de su partida, y se
encontró con el bonzo que también deseaba hacer la misma peregrinación.
-¿Qué
tal ha ido la peregrinación? -preguntó el bonzo rico.
-No fue
fácil, pero así los méritos acumulados habrán sido mucho mayores. Estoy muy
contento de haber peregrinado -hizo una pausa y preguntó-: Pero ¿y usted?
-Por lo
que a mí respecta -contestó el bonzo rico- todavía no he conseguido acabar con
mis preparativos. Sigo en ellos con miras a hacer la peregrinación.
005. Anonimo (china),
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