Un viejo
campesino hacía ya un buen rato que trataba de arar su pequeño campo de arroz
con la ayuda de un búfalo, pero era inútil; aquel animal no había manera de que
se moviera, levantaba las patas tan despacio del suelo que el campesino se desesperaba
y no cesaba de gritarle:
-Vamos,
ya está bien. ¡Eh! A ese paso ni en cien años habrás arado este campo. ¡Maldito
vago, no hay quien te mueva! Del tigre deberías aprender a moverte. ¿No lo has
visto nunca saltar y correr? Él sí que es un animal fuerte y capaz, ¡no te
vendría mal irlo a ver y aprender de él algunas cosas!
El
búfalo callaba de momento y trataba con todas sus fuerzas de mover el arado,
pero el terreno era pantanoso y se hundía irremisiblemente en el lodo sin
poder avanzar; el aldeano entretanto no cesaba de injuriar al pobre animal y
de cantarle las alabanzas de su gran enemigo el tigre. La paciencia del búfalo
se acabó al final y dijo muy enfadado:
-Bueno,
tanto hablar, ya me gustaría ver de lo que es capaz el tigre si se enfrenta
conmigo.
El
campesino se echó a reír como un loco al oír aquello.
-Habráse
visto un animal más tonto, ahora me está diciendo que él es más fuerte que el
tigre. No me extraña que tengas que tirar de un arado porque tu cerebro
todavía vale menos que tu corpachón.
-No
crees que soy capaz de vencer al tigre, ¿verdad? Pues bien, llévame ante él y
te lo demostraré; vamos a concertar un duelo para dentro de tres días.
El
campesino aceptó. Rápidamente se encaminaron los dos hacia la guarida del tigre.
Éste en cuanto los vio llegar empezó a afilar sus garras cuidadosamente, pero el
búfalo desde lejos le gritó:
-Óyeme
bien, tigre; no nos acercaremos más, hemos venido hasta aquí porque mi amo no
quiere creer que yo soy capaz de vencerte en una lucha. Para que se convenza te
reto a una pelea dentro de tres días en este mismo lugar.
El tigre
al oír aquello empezó a rugir y a reírse como un mal espíritu.
-Un
miserable búfalo atreverse a competir conmigo, ¡de una dentellada te sacaré las
tripas! De acuerdo, dentro de tres días os espero aquí, a ti y a tu dueño. Este
hombre será testigo de nuestra lucha y verá quién es él vencedor.
Tan
pronto el búfalo y su amo se hubieron alejado el tigre empezó a aguzar sus
dientes; estuvo tres días puliéndolos hasta que los dejó como verdaderos
cuchillos. Tampoco descuidó afilar sus garras. Daba verdadero terror verlas.
El
búfalo a su vez también empezó a prepararse, pero sólo dedicó un día a afilar
sus cuernos, se pasó los otros dos revolcándose sobre barro, paja y hojarasca.
El campesino lo miraba y le decía:
-Búfalo,
eres tonto de remate, ¿te parece que ésta es manera de prepararse para una
pelea con el tigre revolcándote en el barro y jugando como un cachorro? El tigre
dará cuenta de ti en un abrir y cerrar de ojos.
-Ya lo
veremos, ya lo veremos -decía el búfalo.
Llegó el
día y el momento tan esperado. El campesino empezó a andar en compañía de su búfalo.
Por el camino le decía:
-Hay que
ver qué facha tienes, pareces un tonel; tanto barro y tanta paja llevas encima
que abultas el doble que antes; buena manera es ésta de ir a una pelea, no vas
a poder ni moverte, y menos mal que por lo menos por encima no se te ve la
paja, porque vas lleno de barro, si no el tigre tal vez te confundiría con un
establo. -El campesino tras haber dicho aquello se rió estrepitosamente.
El tigre
ya estaba esperando al búfalo. Al verlo se puso muy contento y le dijo desde
lejos:
-¡Hola,
búfalo! Buen almuerzo me espera, veo que has engordado mucho en estos tres
días.
-Eso ya
se verá -contestó el búfalo-; mira, la pelea va a consistir en lo siguiente,
si te parece: yo me tenderé en el suelo y voy a permitir que tú me claves tus
colmillos tres veces con todas tus fuerzas. Si después de tus tres dentelladas
no he muerto, entonces me habrá llegado a mí el turno de cornearte a lo sumo
tres veces.
El tigre
se regocijó para sus adentros y pensó: «Este animal es tonto, soy el más
fuerte y encima aún me da ventaja en la lucha.»
-Está
bien -contestó el tigre-, túmbate en el suelo que voy a matarte ahora mismo.
El tigre
clavó sus dientes en el búfalo con todas sus fuerzas, pero con gran sorpresa
sólo se encontró con la boca llena de paja; volvió otra vez a pegar dentellada
a su enemigo con más fuerza todavía, pero en la boca sólo encontró barro sucio;
de nuevo clavó sus colmillos con todas sus fuerzas en el búfalo, pero tuvo que
escupir inmediatamente el fango y la hojarasca que le quedó en la boca porque
se ahogaba. Entonces se levantó el búfalo y le dijo:
-Ahora
túmbate tú.
El tigre
así lo hizo y el búfalo de una sola cornada le traspasó el corazón.
El
campesino que lo había visto todo no cesaba de exclamar, entre satisfecho y
admirado:
-¡Oh
búfalo, amigo mío, y yo que te creía un tonto! Has demos-trado ser un animal
listísimo, has engañado al tigre, te recubriste de este caparazón de barro y
paja y el rey de la selva no ha podido clavarte ni un solo colmillo en la
carne; desde ahora nunca más te llamaré tonto ni tendré de ti una mala opinión.
A veces,
cuando el campesino de nuestra historia iba hasta el pueblo y se sentaba a
tomar una taza de vino caliente en algún honorable pabellón de bebidas oía que
alguno de sus compañeros se reía de lo tonto que era su búfalo. Él entonces se
levantaba, se acercaba al que así había hablado y le decía:
-No lo
creas, hermano. Mira, yo tenía un búfalo que...
Y le
contaba'toda la historia. Cuando terminaba su relato invariablemente siempre
todos los presentes estaban con la boca abierta, tal era el asombro que aquella
narración provocaba en toda la gente.
Y
cuentan que fue tal la fama de la pelea del tigre y el búfalo que por eso, a
partir de entonces, fue tan apreciado en China, aunque el búfalo no sea tan
veloz como el tigre o el caballo.
005. Anonimo (china),
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