De todo
se ha dicho sobre la mente. Es amiga y enemiga, te ata o te libera, puede ser
paraíso o infierno... Todos sabemos hasta qué punto nos puede perturbar. Y una
mente indócil y mortificante era la que tenía un discípulo que seguía la vida
espiritual, pero que no podía poner bajo control su indómito pensamiento. Tan
desesperado estaba que fue hasta su maestro y, suplicante, dijo:
-Maestro,
por favor, tranquiliza mi mente. No puedo más.
El
maestro repuso:
-Coge tu
mente y extiéndela ante mí.
-Pero es
que cuando busco mi mente no la encuentro. Y el maestro concluyó:
-Lo ves.
Ya la he tranquilizado.
005. Anonimo (china),
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