Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 17 de junio de 2012

La venganza de «ceja larga»


En el reino Chu había un famoso artesano de es­padas. Las armas que él templaba eran terriblemente afiladas. Una vez recibió la orden real de forjar una espada para el rey. Después de muchos días de traba­jo, en los que vertió todo su conocimiento profesio­nal y largos años de experiencia, ofreció al monarca una espada inigualable que podía cortar el hierro co­mo si fuera barro. El rey se alegró al ver el arma más potente del mundo, pero por temor de que el maes­tro pudiera hacer otra igual para otros monarcas, mandó asesinarlo. Antes de la muerte, el artesano es­condió una espada de las mismas características, para que su hijo pudiera vengar su muerte cuando fuera mayor.
Su hijo se llamaba «Ceja Larga», por sus cejas de inusual longitud. Este joven, huérfano de padre, era valiente y generoso como nadie. Al enterarse de la trágica muerte de su padre, juró venganza y justi­cia. Sacó la espada que su progenitor había escondi­do y se dirigió a la capital. Pero a medio camino vio carteles con su nombre y retrato, describiéndolo co­mo el traidor más peligroso del reino. Los guardias de la corte andaban en su busca para detenerlo. Re­sultaba que el rey había tenido una pesadilla uno de aquellos días y soñó que «Ceja Larga» lo iba a ma­tar. Por eso ofreció una fuerte recompensa por su cabeza. En esas circunstancias, el joven no tuvo más remedio que refugiarse temporalmente y retrasar su plan de venganza.
Transcurría el tiempo con creciente desespera­ción. Un día, en el bosque que le servía de refugio, el joven se encontró con un hombre vestido de ne­gro, quien, al enterarse de su propósito de venganza, le sugirió una tremenda idea: ir a ver al rey con la ca­beza de «Ceja Larga» y aprovechar la ocasión para matarlo. A pesar de lo descabellado de su plan, «Ceja Larga» no vaciló ni un segundo y se cortó la cabeza con la espada de la venganza.
El hombre vestido de negro se entrevistó con el rey, ofreciéndole la cabeza del vengador. Tras com­probar la identidad del muerto, el rey ordenó que la abandonaran en las afueras de la ciudad. Sin em­bargo, el hombre le recomendó cocer la cabeza en una olla grande para disipar definitivamente el mal espíritu de la venganza. Prendieron fuego y la cocie­ron durante tres días con sus noches, sin lograr que se deshiciera la serena expresión de la cabeza. El hombre vestido de negro sugirió al rey que se aso­mara a la olla para que su majestuosidad se impusiera al espíritu siniestro. El rey lo hizo, momento que aprovechó el héroe, quien, sacando hábilmente la es­pada de la venganza, decapitó al monarca. La cabeza real rodó hacia la olla de hirviente agua, en la cual se desencadenó una lucha dantesca con el hijo del arte­sano. Se hundían y volvían a flotar entre el hervor de las aguas con mordiscos y cabezazos, sin poder defi­nir quién era el vencedor. El hombre del vestido ne­gro se desesperó y se cortó la cabeza para ayudar al hijo del artesano. Estuvieron siete días luchando en la enorme olla, hasta que se deshicieron las tres cabe­zas. Los cortesanos, aterrorizados por la lucha infer­nal de los espíritus, no podían identificar la cabeza del rey. Tuvieron que dividir el caldo de la olla en tres partes iguales y dieron sepultura real a los tres, denominando la tumba conjunta con el nombre de «Tres Reyes».

005. Anonimo (china),

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