Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 17 de junio de 2012

Suicidio en el río


Ji Jun era miembro de la Academia Imperial y estaba dotado de una aguda inteligencia y gran hori­zonte de conocimientos. Un día, el emperador Qian Long le preguntó:
-Dime, sabio erudito, ¿qué se entiende por la fidelidad y por el amor filial?
-La fidelidad -contestó rápidamente Ji se ma­nifiesta en la obediencia total e incondicional al so­berano. Aunque éste le mandase a uno suicidarse, tendría que cumplir su voluntad. Por amor filial se entiende el cumplimiento cabal de la voluntad pater­na. Si el padre quiere que se suicide el hijo, así se cumplirá su deseo.
El emperador pensó que como Ji era muy inteli­gente, aunque le ordenase poner fin a su vida, no lo cumpliría de ningún modo. Por lo tanto, con el áni­mo de tomarle el pelo y ver cómo se las arreglaría en una circunstancia extrema, le dijo:
-Entonces, ordeno que te suicides.
Ji no se sorprendió ni un ápice, contestando sin vacilación:
-Sí, Majestad, cumpliré su orden.
-¿Se puede saber cómo te vas a suicidar? -pre­guntó el monarca.
-Me voy a tirar al río -le contestó Ji.
El emperador sabía perfectamente que no se iba a suicidar y que podría salir airosamente de la situa­ción, pero quería seguir con la broma:
-Bueno, concedido el derecho a la muerte.
Dicho esto, se puso a leer un libro que tenía a mano, sin prestar más atención al intelectual. El sen­tenciado salió del palacio, dio una vuelta y volvió de nuevo. El emperador aparentó sorprenderse de la sú­bita aparición del que iba a pasar al otro mundo.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has vuelto?
-Majestad, -empezó a explicar el intelectual con un tono intrigante-, cuando llegué al río y me iba a lanzar, de repente vi que había salido del agua el antiguo poeta Qu Yuan.
Me agarró fuertemente impidiéndome ejecutar la suprema voluntad imperial. Me rogó que volviera a preguntar a Su Majestad.
-¿Qué quería que me preguntaras?
-Me dijo que él se había lanzado al río para sui­cidarse porque el soberano de su época era despótico e imbécil. Sin embargo, ahora que estamos glorifica­dos con la lucidez y sabiduría de nuestro ilustre rei­nado, merece la pena preguntarle si realmente desea mi muerte. No sería demasiado tarde en cualquier caso suicidarme después de la confirmación de su voluntad.

005. Anonimo (china),

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