Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 12 de septiembre de 2014

La guerra .518

Dice que una vez estaba el tigre echau en una sombra. Había comiu una ternera, dice, y 'taba lleno. Y los mosquitos lo molestaban, dice. Y les tiraba unos manotones. Y otro manotón, y otro manotón. Y se le volvían a las barbas los moscos. Que dice:
-¡Ay, estos animales tan ordinarios, sólo pa molestar sirven! Si los destrozaría a todos.
-¿Y qué vas hacer? -que le dice una avispa que li había bramau en las orejas. ¿Qué vas hacer? Vos sos grande.
-Te golpeo -es que dice.
-Por una apuesta -dice, yo te 'vía peliar, yo te vía hacer una guerra.
-¡Meta! -que dice, y se levanta el tigre.
-Vamos hacer una guerra -dice, y el que pierda tiene que abandonar la comarca. El otro va quedar áhi.
Si había ido la avispa y li había avisau al guanquero, a la abeja, a la lechiguana, a la bala, al bumbul, al San Jorge, al iliguanche, a toditos los bichos esos bravos pa picar.
Y el tigre, dice, había pegau un bramido, dice, y lu había llamau al león, al zorro, al perro, a todos los carniceros.
Y han formau la línia de batalla. Ha hechu un campo parejo, dice.
Y han hecho al fin el encuentro y han veníu las avispas, los guanqueros y se les habían pegau, dice. De los ojos no podían, del hocico, sí, que tenían un pedacito limpio, pero del anca áhi tenían el pedazo redondo, grande, sin pelo. Y di áhi se les habían pegau todos. Dice que disparaban los bichos, se sentaban y araban con la cola y disparaban. Hasta que se habían hecho una reunión lejos. Que dice un joven:
-Lo único que tenimos pelau es el ocote -que dice. Aquí, dice, se vamos a sacar el ocote y lo vamos a poner aquí.
Se 'bían sacau los ocotes y los 'bían amontonau.
Y habían vuelto a la carga. Dicen que mientras tanto las abejas y los otros ya 'taban en línia, esperandolós. Habían vuelto a la carga, les tiraban mordidas, zarpazos, colazos. Y nada, los otros si habían ganau en lugar de triunfo. Y claro, dice, y el güeco más grande le habían llenau, dice. Y habían disparau peor. Los galgos, qui habían ido primero, dice, qui atinaban al ocote que pillaban, se lo ponían y disparaban.
Así que si habían puesto los más lerdos los bultos que 'bían quedau atrás, que si habían puesto los ocotes que 'bían sobrau. Y se los 'bían cambiau, pues. Por eso cada vez que se encuentran, que se huelen el ocote pa ver si no es el que si han puesto cambiau, éste, a ver si recuperan el de ellos.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.

El último motivo es el del cuento muy conocido Por qué se huelen los perros.

Cuento 518. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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