Dice
que han invitado todos los bichos de la tierra a una boda del cielo,
menos al zorro. Pero resulta que una mañana fue a visitar al cuervo
que se estaba afeitando y poniendosé linda ropa para ir a la boda.
Y
el cuervo no lo quiere llevar porque dijo que lo iba a hacer quedar
mal, que le iba a hacer pasar vergüenza. Y el zorro le prometió que
no lo iba a hacer quedar mal, y que iba a hacer todo lo que el cuervo
le dijiera, y que viera cómo 'staba vestido. Y el zorro era mozo
simpático y tenía poncho 'i vicuña, sombrero 'i vicuña, y era
bien elegante. Y con la promesa de portarse bien, el cuervo lo hizo
subir a la espalda y lo llevó a la boda del cielo.
Llegaron
al cielo donde 'staban todos los bichos de la tierra. Estaban todos
en una mesa muy bien servida, muy bien preparada. Como el zorro
'staba elegantemente vestido se sentó a la par de unas señoritas
muy lindas y bien vestidas, que eran las gamitas.
Y
ya empezó a beber el zorro, y una vez que 'stuvo medio machado, ya
se empezó a olvidar de la promesa que había hecho al cuervo.
Algunos asistentes tiraron unos huesos afuera, y como era su
costumbre mascar huesos, saltó de donde estaba sentado voltiando el
vino y el aceite y manchando el vestido de las niñas. Por eso las
gamitas tienen esas manchas en el cuero.
Y
las mocitas, como el cuervo lo presentó al zorro como una buena
persona, le reclamaron por el amigo. Es cuando el cuervo se enojó
muchísimo con el zorro, pidió disculpas a las mocitas y se vino
inmediatamente a la tierra.
Quedando
el zorro abandonado en el cielo ha rogado a todos los animales que lo
trajieran, y no ha conseguido que nadie lo trajiera. Entonces, en el
cielo, como único remedio, le hicieron que haga un cordel torciendo
lana, lo que tuvo que hacer durante dos meses trabajando día y
noche. Como limosna le daban de todo de comer, habas, trigo, maíz,
papas, quínua, y también de toda clase de frutas. Parte comía y
parte guardaba para traer. Lo que una vez de hacer el cordel se
largó. Bajaba muy bien. Creendo estar cerca a la tierra, satisfecho,
y como no dejaba de ser pícaro, viendo que 'taban pasando unos
loros, les empezó a gritar:
Y
los loros se han enojado porque los insultaba, y le han cortado el
cordel. Y entonces el zorro ha comenzado a gritar:
Nadie
le creyó ni le puso nada blando en el suelo. Cayó el zorro en un
cerro y se hizo pedazos. Y entonces se desparramaron todas las cosas
que traía del cielo. Y desde entonces hay en la tierra maíz, habas,
trigo, papas y fritas.
Medardo
Farbán, 49 años. Santa Catalina. Jujuy, 1952.
El
narrador es Juez de Paz en este lejano pueblo de la Puna, de donde es
nativo. Su cultura, mediana, es muy superior a la de su medio.
Cuento
546.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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