El
zorro ha visto un toro fino y gordo, que le colgaban las bolsas, que
parecía que ya se cáiban. Él conocía los toros criollos y flacos.
Y
lo ha ido siguiendo noche y día. Cada vez que el toro hacía un
invión, se balanciaban las bolsas y el zorro ha corrío a
recogerlas. Y nada. El toro ha seguido. Saltaba un pozo o bajaba una
cuestita, las bolsas ya parecía que se cortaban. Corría el zorro,
si atropellaba con los yuyos y las pencas, buscaba, olfatiaba, y
nada. El toro siempre ha seguido con las bolsas que ya se cáiban y
no se cáiban.
El
zorro no ha comido ni ha bebido por seguir al toro. Flaco, lastimau,
casi muerto, si ha tirau sobre unos pastos y ha dicho:
Celestino
Torres, 83 años. Pinto. Aguirre. Santiago del Estero, 1959.
Modesto
hacendado. Buen narrador. Ha olvidado muchos cuentos muy antiguos.
La
última expresión del cuento tiene semejanza con la del cuento
del zorro y las uvas.
Cuento
354. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
No hay comentarios:
Publicar un comentario