Dice
que había una vez un hombre que era un gran enlazador. El zorro y el
quirquincho lo miraban hacer pruebas con el lazo desde una barranca.
En
la orilla de una aguada y en un aguaitadero cavaron cada uno su
cueva. Prepararon los lazos y se metieron en la cueva esperando que
llegaran animales al agua.
Llegaron
unos potros chúcaros a tomar agua. El cuervo, que era el echador,
empezó a aletiar y los espantó. Se asustaron los potros y
dispararon y pasaron por frente de las cuevas donde estaban el zorro
y el quirquincho, ya listos con los lazos. A la pasada de los potros
braciaron y cada uno tiró el lazo y enlazó su potro de media
espalda, de donde tienen más fuerza, del cogote y del brazo. El
quirquincho hizo caer de nuca su potro al suelo, sujetó con la
fuerza que tiene cuando hace pie firme, y el potro se descogotó y
cayó muerto. El zorro voló por los aires arrastrado por el potro
que disparaba, gritando que lo favorecieran. Por milagro se soltó
del lazo y volvió muy golpiado y lastimado. Entonce se fijó que el
quirquincho hace su cueva con muchos quencos y que él la hace
derecha y no tiene dónde hacer pie.
El
zorro recibió los golpes y tuvo que pagar la apuesta, por palangana,
y gracias que salvó la vida.
Perfecto
Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.
Excelente
narrador. Aprendió los cuentos que me ha narrado, de la madre, que
era mentada en Belén por su sabiduría campesina.
Cuento
249. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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