Cierta
vez la comadre garza envitó a la comadre Juana, la zorra, a pasar
las Pascuas y comer las bodas en el cielo. Pero esta envitación era
para vengarse de la zorra, porque la había dejado sin comer cuando
la convidó con mazamorra. La zorra le preguntó cómo podía subir
ella que no sabía volar. La garza le dijo que la iba a llevar en las
alas. La zorra tenía desconfianza, pero tenía muchas ganas de ir a
un banquete en el cielo, y dijo que güeno.
Un
día, bien tempranito, la garza la hizo acomodarse a la zorra entre
sus alas, y remontó con ella el vuelo. Todo jue muy bien y la zorra
estaba muy contenta. Ya ni si acordaba la que le debía a la garza.
Comieron muy bien y pasiaron. La zorra qui había tomado algo de
vino, se quedó dormida en un rincón. La garza aprovechó para
volverse a la tierra y dejarla sola a la zorra.
La
comadre Juana cuando vio que la cuma la había abandonado, empezó a
correr di un lado pal otro, pero no encontraba cómo bajar. Entonces
empezó a hilar para preparar una soga con que bajar. Hiló y hiló.
Cuando le pareció que ya tenía la cantidad de soga necesaria, se
largó del cielo. Ya venía muy cerca de la tierra y se creía
segura, cuando vio pasar una bandada de loros que iban volando y
conversando entre ellos. Entonces la zorra, que venía muy orgullosa
di haber estado en el cielo, los empezó a provocar y a reírse de
ellos. Y les decía:
-Loros
lengua seca, pico de ichuna, charlatanes y barulleros, hagasén un
láu que estoy bajando del cielo.
Y
la comadre Juana los siguió insultando, diciendolés lengua seca y
pico de ichuna. Entonces los loros muy enojados por este insulto le
cortaron la soga. La comadre Juana no 'taba tan cerca de la tierra
como ella creía, y se vino a pique, cayendo. Pero, entonces se dio
cuenta que iba a cáir sobre una gran piedra, y creyendo que la
piedra se iba hacer un lado, gritaba:
-¡A
la arenita,
o
a la mayoquita,
piedra,
hacete un lado
Y
en menos que cái un rayo, la pobre doña Juana pegó con su cabeza
en la piedra y se partió la cabeza. De esa forma terminó su
aventura y no pudo contar cómo li había ido en las bodas del cielo.
Arcelio
Contreras, 63 años. Villa Iglesia. San Juan, 1951.
Lugareño
rústico. Buen narrador.
Cuento
553.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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