Una vez andaban el tigre y el
zorro, y salieron a cazar. Se fueron a una aguada donde bajaban animales a
beber. El tigre se escondió en un hueco de barranca, por donde tenían que bajar
los animales. El zorro 'taba encima de la barranca, mirando lo que iban a
cazar.
El zorro lu arrió para ese lado y
el tigre le saltó encima y lo mató. Y empezó a desollarlo, a sacarle el cuero.
El tigre iba carniando y comiendo algunas partes y al zorro no le daba nada.
Entonce el zorro le dice:
-No -le dice el tigre, es para
morcilla de tu tía tigra.
Y ya cuando se llenó el tigre, lo
mandó al zorro que llevara la carne que quedaba, a la tía tigra, y él se acostó
a dormir la siesta áhi.
Cuando se levantó el tigre de
dormir, se fue a su casa y se encontró con que el zorro no había llevado nada,
que se había comido toda la carne. Entonces salió el tigre a buscarlo para
matarlo.
El zorro estaba muy lleno y se
había acostau a dormir en un pajonal. Y el tigre lo encontró redormido. Y antes
de matarlo, para réirse de él, agarró una pajita y le empezó a pasar por la
boca al zorro. Entonces, creyendo que era una mosca, decía el zorro:
Cuando se dio cuenta que era el
tigre, se llevó un gran susto, pero disimuló. Se siguió haciendo el dormido, y
en un momento de descuido disparó y se metió en una cueva que 'taba cerca. La
cueva era poco honda y quedó la cola del zorro medio cerca de la puerta. El
tigre metió la mano y agarró la cola del zorro. El zorro se vio perdido y
empezó a decir:
El tigre lo siguió buscando al
zorro. Pasó mucho tiempo y no lo podía agarrar. Entonces hizo correr la voz,
entre los animales, que había muerto.
Mientras tanto, el zorro había
conseguido, con sus picardías, agarrar un avestruz, y andaba montado, amansando
al pingo. Cuando le avisaron que el tigre estaba muerto, que se va, y llega al
lugar ande lo estaban velando, a caballo en el avestruz. Era de noche y había
muchos animales en el velorio. Todos los animales lo invitaban al zorro que
pasara adelante. El zorro se bajó, pero teniendo de las riendas al avestruz,
porque desconfiaba de que eso fuera cierto. En esa posición quedó un rato
largo.
El tigre estaba muy incómodo, y en
eso no podía más, se mueve y se larga una ventosidá, y que el zorro dice:
El tigre se levantó y lo sacó
corriendo, pero, ¡qué lo iba a alcanzar en el caballo tan ligero que montaba el
jinete!
Humberto Silvera, 32 años. El
Morro. Pedernera. San Luis, 1951.
Director de escuela con aptitudes
de buen narrador. A éste y a otros cuentos del tigre y el zorro los ha oído con
frecuencia en el lugar.
Cuento 143. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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