Es que una vez el tigre si había
puesto en una aberturita, en una parte, por donde tenían que pasar todos los
zorros, pa descubrir el zorro que le había comido la presa que tenía enterrada
en el monte.
Y así los llevaba a todos hasta que
ya venía el otro, el Juan, arisquiando ya. Era ése el que quería pillar el
tigre. Era ése.
Miaba colorado. Carnecita miaba, porque
li había comíu la carne al tigre. Y lo sacó... Y ya se le iba escapando. Y ya
lo pilló y lo tragó. Entero lo tragó de rabia que tenía el tigre.
El zorro es que llevaba un
cuchillito. Que 'taba vivo dentro de la panza del tigre. Dice que empezaba, con
el cuchillito, afilando las costillas del tigre que si había echado a dormir el
tigre con el zorro adentro.
Y así estuvo el zorro probando con
su cuchillito hasta que li había abierto la panza al tigre y había salido
disparando.
María Adela Oviedo de Nieva, 68
años.
Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.
Cuento 125. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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