Un zorro hambriento pasaba al
trotecito cerca de un corral de vacas, echando un vistazo a la casa vecina,
calculando posibilidades para una visita nocturna.
En lo alto de un poste al que se
había subido para cantar, estaba un gallo, por demás hermoso de plumas y
gordura. Verlo el zorro y pensar en comerseló fue todo uno. Con aire alegre y
muy suelto de cuerpo se acercó al poste y sentandosé al pie le dijo:
-¿Cómo? -exclamó con gran extrañeza
el zorro. ¿No somos amigos, acaso? ¿No estabas por ventura en la última
asamblea de animales?
-Pues, solamente así se explica que
no sepas que en adelante todos los animales quedamos de amigos. El tigre no se
comerá al venado, el halcón a los pajaritos, la cigüeña a las ranas, el zorro a
las gallinas... ¡Pero, hombre!, si acá debo tener el certificado correspondiente,
firmado y sellado por el presidente de la asamblea.
Y empezó el zorro a palmarse el
cuerpo, simulando buscar el certificado, mirando a hurtadillas al gallo, que
impasible se alisaba las plumas.
-Bajate, acá está, bajate -dijo el
zorro. Leelo vos mismo. Ya verás cómo de hoy en adelante todos somos amigos.
Pero el perro de la casa, que había
oído conversar a alguien y además había olfateado al zorro, salió a investigar
y divisando a éste, se lanzó a la carrera sobre el astuto que, al verlo ya casi
encima, salió a todo lo que daba, con el perro pegado al rabo.
-¡Mostrale tu
certificado! -le gritó el gallo riendo.
José Ramírez, 40 años. Sargento
Cabral. Patiño. Formosa, 1952.
El narrador, persona culta, oyó el
cuento a campesinos del lugar.
Cuento 66. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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