Un día el tigre y el zorro se
jueron onde la hacienda tomaba agua. El tigre estaba acomodado para cazar las
presas y el zorro estaba en una lomita mirando la hacienda que llegaba. Le dice
el zorro al tigre:
Por fin el zorro le avisa que
venían unos potros y entre la tropilla que venía uno orinando grasita.
Y al pasar por onde estaba el tigre
esperando la tropilla, cazó uno. Una vez cazado el potro, el tigre se puso a
comerlo él solo sin hacerle parte al zorro. Una vez que terminó de comer invitó
al zorro a tomar agua, pero como el agua estaba profunda, el tigre agarró de la
cola al zorro y colgado, bebió éste. Después le tocó el turno al tigre y el
zorro procedió a su vez a agarrarlo de la cola para que se colgara y alcanzara
el agua. Pero, el zorro lo largó, y el tigre se jue al fondo del pozo. Entonces
el zorro volvió onde
estaba la presa y se puso a comer hasta llenarse. Luego eligió un pedazo de lo
mejor para llevarseló a la tía tigra, diciendolé que esa achura le mandaba el
tío tigre para que comiera y luego duerman los dos.
Al alba se lo sentía bramar al
tigre, que había conseguido salirse del pozo. Entonces el zorro se dispara.
Pero el tigre llegó hasta su casa y luego lo sigue al zorro por el rastro.
Ya era el sol alto y el zorro se
durmió en el solcito, porque había pasado mala noche. Y así lo encontró el
tigre. Y cortó unos palitos y le entraba en la nariz del zorro. Y éste no abría
los ojos y decía:
Entonces se despertó y vio al tigre
y se quiso disparar, pero el tigre no le dio tiempo y se lo comió, pero sin
mascarlo, sino que se lo tragó entero.
El zorro estando en la panza del
tigre, se puso a pensar en lo que podía hacer. Y al momento se acordó que
llevaba un cuchillo. Lo estaba afilando dentro mismo, en las costillas del
tigre, quien al darse cuenta le pregunta:
Pero en seguida lo partió al tigre
desde el pecho hasta la verija, y se salió disparando y se fue a vivir
tranquilo con su tía tigra.
Juan A. Páez, 86 años. Los
Tambillos. General Lavalle. La
Rioja , 1950.
Lugareño inteligente, que conserva
una gran memoria.
Cuento 132. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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