Se jueron a pillarla. En esto la
guarí s'hizo perdiz. Se pusieron a buscarla y no la podían hallar. Uno tomó por
un lado y el otro por otro. El ñire la encontró, la mató y se puso a comela sin
decir nada al compare. Dejó escondío un pedazo.
Ya era de noche cuando se juntaron
los compares. El piche estaba muy cansao, con mucho hambre y sueño, y se echó a
dormir. El ñire salió a dar una güelta y se jue a terminar un piacito de la
guarí que li había quedao, pero sin convidale a su compare.
Al otro día bien temprano siguieron
andando, cuando s'encontra-ron con un choique.
El ñire, que 'staba bien alimentao con la guarí que si había comío, lo empezó a
correr hasta que lo alcanzó y lo mató, y se sentó a comer. Ya lo iba acabando
cuando recién llegó el pobre piche muerto de hambre y alcanzó apenitas unos
bocaos.
-Parece que 'stá durmiendo. Vamos
con cuidadito, porque si nos llega a sentir, capaz que nos mata porque es muy
malo.
Cuando se arrimaron vieron que
tenía una presa al lao. El piche no pudo aguantar y empezó a hacer unos
bocaítos.
-Cuidao, compare -le dijo el ñire,
que si se llega a despertar mi tío estamos perdíos. Mejor hagamos una cosa que
yo hi pensao. Usté, compare, saque la vejiga mientras yo pillo moscas.
El piche, muy despacito, sacó la
vejiga y la sopló pa que se seque. Llenaron la vejiga de moscas, y el ñire se
la ató con cuidadito en la cola del nahuel. Entonce el ñire lo despertó al
nahuel y le dijo:
El nahuel se despertó, paró
l'oreja, y al mover la cola sintió el tropel muy cerca. Entonce se levantó y
salió disparando. Cuando más disparaba, más cerquita se venía el tropel.
Entonce los compares se sentaron a
comer tranquilos la presa qui había dejao el tigre. Comieron harto mucho.
Cuando el tigre, muy lejos, se tomó
en cuenta qui era una canallada de su sobrino, se golvió furioso. Ya llegó y lo
vio de lejos que el zorro 'taba sin moverse. Ya cuando 'taba cerquita, el zorro
abrió apenita un ojo y lo vio al tigre y s'hizo el muerto. El tigre llegó y lu
empezó a oler y creyó que 'staba muerto. Entonce ya no pensó en hacerle nada y
dijo:
Al rato, cuando vieron que nu había
peligro, los compares se levantaron y siguieron tranquilos y bien comíos.
Ciriaco Díaz, 15 años. Picún Leufú.
Neuquén. 1957.
El narrador ha concurrido a la
escuela primaria. Entiende, pero no habla el mapuche o araucano. Comenta que
aprendió este cuento de su abuelo, Juan Quilaleo, araucano, que sabe muchos
cuentos. Tiene vocación de narrador.
Cuento 235. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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