Que la tigra lo había mandau llamar
al zorro, que el tigre se había muerto. Y que ya jue Juan a ver. Que la tigra
'taba sentada, en un rincón, llorando. Y que el tigre 'taba tirau, en el medio
'e la casa, muerto.
-¿Y cómo se ha muerto, mi tío? -que
le dice Juan a la tigra.
-Y, se ha muerto, no más -que le
dice la tigra.
-¿Y qué ha dicho, mi tío?
-Y, m'hijo, no me ha pedido más que
vos lo velís.
-¿Y qué hizo, tía, cuando se murió?
-Digamé, tía, ¿y mi tío no menió la
cola y se largo uno, cuando murió?
-Vea, tía, dijunto que no ménia la
cola y se larga uno, no lo velo yo.
Y áhi que se movió el tigre y menió
la cola y se largó un cuesco.
Y claro, cuando se movió el tigre,
que le dice el zorro a la tía:
-Veya,
tía, dijunto que ménia la cola y se péi después de muerto, no lo velo yo.
Y áhi no más que se jue, ante que
se levantara el dijunto a agarrarlo y quedó sin velar el tío.
Prefiterio Heredia, 54 años. Las
Cañas. Los Corrales. San Luis, 1951.
Cuento 147. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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