El tigre no descansaba en su
intento de castigar al zorro, pero siempre le iba mal.
Don Ildefonso ya había perdido las
esperanzas de agarrar al sobrino. Y entonce se hizo aconsejar con otros
animales cómo podía hacer para cazar a Juan y castigarlo. Y entonce le dijeron:
-Juan tiene buenos sentimientos.
Finjasé muerto y se hará un velatorio en el monte. Nosotros nos encargamos de
avisar a Juan que usté ha fallecido. Seguro que él va a venir a ver al tío.
Y así sucedió. Lo acomodaron al
tigre en un cajón y le pusieron las velas. Y le avisaron a Juan. Todos los
animales fueron al velorio. Estando en pleno velatorio se presentó Juan. Pero
Juan se quedó retirado, no se acercaba mucho al cajón. Todos los animales allí
reunidos le decían:
-Si está muerto tiene que
estornudar por el trasero. Los muertos estornudan por el trasero. Todos los
muertos que yo he visto se largan sus buenos estornudos por atrás.
Y el tigre que ya no podía estar
más en esa posición incómoda, hizo fuerzas y estornudó por atrás, como decía el
sobrino.
Juan salió disparando. Todos lo
quisieron perseguir, pero ni el polvo se le veía ya. Se disparó otra vez a los
montes.
Silvano Arístides Hernández, 61
años. Mar del Plata. Buenos Aires, 1958.
Cuento 199. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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