El lión quería siempre comerse el
mono y el mono siempre lo engañó al lión. Claro, el mono es más ardiloso que el
lión. Lo hizo subir primero a un árbol y después lo hizo meter en una laguna
profunda, con habilidá.
Una vez el lión lo llevaba
cerquita, para cazarlo, al mono. El mono se subió a un árbol y se puso a comer
unas nueces muy ricas que tenía. El lión le dijo que lo iba a comer. El mono le
dijo que primero probara unas nueces muy ricas que tenía, y le tiró un poco.
Las probó el lión y le gustaron mucho, y le dice:
-Es muy fácil -le dice el mono; yo
me pongo así, en una rama del árbol, un poco alta, con una piedra me pego un
golpe así, en los compañones,
y saltan para todos lados las nueces. Pruebe, que a usté, que es más grande,
más nueces le van a salir.
Entonce el lión agarró una piedra,
se subió a una rama del árbol, se acomodó, y se pegó un golpe con la piedra. Y
áhi se cayó el lión, como muerto, al suelo. Y se disparó el mono.
Una vez el mono había robado un
pedazo de queso. Sintió que venía el lión, y áhi no más se metió en una laguna.
Allí empezó a tirar pedacitos de queso, y se hacía el que los pescaba a los
pedacitos de queso. Llegó el lión y le dijo que lo iba a matar. Y el mono le dijo
que primero probara ese queso, y le tiró un pedacito. El lión lo probó, le
gustó mucho, y le preguntó:
-Di aquí -le dice el mono- ¿no ve
que 'toy sacando? pero en la profundidá hay más. Por áhi se puede tirar usté.
Sofanor Pérez, 80 años. El Alamito.
Neuquén. 1980.
Peón de campo semianalfabeto.
Cuento 231. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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