Diz que el tigre se iba a los
montes a buscar carne y que en el medio del monte si había carniau una vaca.
Diz que el zorro se hacía su sobrino y lo seguí pa aprovechá, él tamién, de lo
que robaba el tigre. Diz que áhi, cuando ya ha estau carniando y sacando las
achuras,
que le dice:
Diz que el tigre comió bien, hasta
que se hartó, y es que le dice al zorro que él se ha de acostar, y que lo cuide
de la polecía. Tenía miedo que lo vaya a acusar el dueño de las vaca. Diz
que le dice que él se suba, alto, alto, en un monte y que espée
por si la polecía viene y lo quiere avanzar, pa que él dispare.
Y bueno... Después que el tigre se
ha acostau a dormir tranquilamente. Diz que el zorro le ha robau la vejiga y se
ha subíu al monte. En eso que ha estau áhi el zorro que se han juntau muchas
moscas, y diz que el zorro despacito los ha ido echando en la vejiga. Ya cuando
ha llenau la vejiga con las moscas, que ha bajau despacito, y diz que de la mesma
cerda de la cola le ha sacau y le ha atau la vejiga a la cola del tigre. El
tigre con lo mucho que había comíu que estaba roncando, con sueño pesado y que
nada había sentíu.
Y ya cuando le ha atau la vejiga
con el mosquerío que hacía tanta bulla como si juera gente, que lo ha despertau
y diz que le ha dicho:
Y entonce, cuando el tigre se ha
despertau y ha sentido el ruido se ha disparau llevándose por delante los
montes con un susto que no lo dejaba ni ver.
Y el tigre ha seguío disparando, y
se ha ido lejos, lejos, crendo que la bulla de las moscas que lo seguía era la
polecía. Por áhi que las ramas le han roto la vejiga y recién el tigre se ha
dau cuenta que era una cosa del zorro, y se ha puesto muy enojado. Diz que áhi
no más se ha vuelto pa buscalo y matalo al zorro, pero ya no lo ha encontrado.
Diz que el zorro sabía que el tigre
lo andaba por matar y no se dejaba pillar. Cuando el tigre iba por un camino
diz que él iba por otro. Ande vía el zorro güella del tigre, diz que agarraba
pa otro lao. Y el tigre lo ha perseguido muy mucho para pillarlo y diz que no
lo ha podíu encontrar.
Diz que había una laguna con agua
ande tenía que bajar al agua, el zorro. Y que cerca de la bajada, ande tenía
que venir el zorro por juerza, diz que había un monte, en medio 'el agua, y diz
que había yuyos altos. Áhi que se ha escondíu el tigre y que ha esperau un día
entero. Ya que ha llegau el zorro, y claro, que ha desconfiau que el tigre se
haiga metíu áhi, y que le ha gritau:
Y que después, a los cuantos gritos
del zorro, que el tigre ha dicho cambiando la voz, y haciendolá aflautada:
Y diz que ha echau a correr y que
el tigre lo ha perseguíu. Y diz que el tigre ya lo iba alcanzando y que le ha
tirau unos manotones. Y diz que el zorro de apurado se ha metíu en una cueva
honda. Que el tigre ha queríu sacalo, pero no ha podíu. Entó que ha llamau a un
caranchi y le ha dicho que se quede en la puerta, de agente, pa que cuide el
zorro, hasta que él vaya a tráir una pala pa cavar y sacalo de la cueva. Y diz
que le ha recomendau mucho, mucho al caranchi, que lo cuide al zorro, que es
muy pícaro, que no se vaya a dejar engañar.
Diz que cuando se jue el tigre, el
zorro lo ha empezau a hablar al caranchi, y que el caranchi le contestaba. Pero
diz que por áhi le dio risa al caranchi lo que lo vía al zorro preso y que se
río, como él sabe hacer cuando está contento, y que antarquiando278
y haciendo la cabeza para atrás que dice:
Y que el caranchi se ha créido que
era linda su risa y que se ha vuelto a echar para atrás y diz que ha dicho:
Y diz que el caranchi se ha
antarquiado y ha abierto la boca, y áhi no más que el zorro le ha echau, po,
tierra en la boca y en los ojos, y en eso lo ha dejau ciego y mudo, y ha salío
el zorro disparando.
Y diz que cuando ha llegao el tigre
con la pala, lo ha encontrau al caranchi que no se conocía y ha hallao la cueva
vacía. Y diz que se ha enojau mucho con el caranchi, que lo quería matar por
zonzo. Y diz que al zorro no lo ha podíu pillar más.
Dominga Lescano, 48 años. Quimilar.
Ambargasta. Ojo de Agua. Santiago del Estero, 1951.
La narradora, mujer de pueblo,
iletrada, es vendedora de pan y de roscas.
Cuento 119. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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