Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 10 de junio de 2012

Los dos ivanes


Vivían en una aldea dos hermanos, Iván el Rico e Iván el Pobre. Iván el Rico nadaba en la abundancia, su granero estaba repleto de excelente trigo, sus vacas pastaban en el verde robledal, sus ovejas pacían a la orilla del río y, en su horno, se cocían esponjosos panes. Iván el Rico no tenía hijos ni grandes ni pequeños, toda su familia la constituían su mujer y él.
Iván el Pobre no tenía más animales que una rana que vivía en un charco de su corral y un gato que moraba en una cesta vieja. Tenía en cambio, siete hijos. Los chicos se sentaban todos en un banco y pedían gachas. Pero no había en la casa ni un grano de cereal ni un pellizco de harina. Quieras que no, Iván el pobre tuvo que ir a casa de Iván el Rico.
-Buenos días, hermano.
-Buenos días, pobretón. ¿Qué te trae por aquí? ¿Es que la casa se te cae encima?
-Préstame un poco de harina, hermano. Luego te la pagaré.
-Está bien -respondió Iván el Rico-, te prestaré una escudilla de harina y tu me devolverás luego un saco.
-¿No te parece mucho, hermano, pedir un saco por una escudilla?
-Si no te hace, lárgate con viento fresco.
¿Qué podía hacer Iván el Pobre? Tomó llorando la escudilla de harina yse fue. Pero cuando se disponía a cruzar el umbral de su casa, sopló ululante el viento, arremolinó toda la harina de la escudilla -no dejó más que un poco de polvo en el fondo-y se alejó volando.
Iván el Pobre montó en cólera y dijo:
¡Oh, travieso viento norte, has dejado hambrientos a mis hijitos!
Espera, que ya daré contigo y te haré responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en persecución del viento. Si el viento volaba Por el camino, por el camino iba Iván. Si el viento se adentraba en el bosque, Iván le seguía. Llegaron a un corpulento roble. El viento se ocultó en un hueco del árbol, e Iván se metió también allí.
Vio el viento a Iván y le dijo:
¿Qué te trae por aquí, mujik?
Llevaba un puñado de harina a mis hijos hambrientos -respondió Iván y tú, malvado, soplaste ululante y esparciste la harina. ¿Quieres que vaya a casa con las manos vacías?
-¿Eso es todo? -dijo el viento-. No te apures. Aquí tienes un mantel mágico, que te proporcionará todo lo que desees.
Iván, loco de alegría, hizo una reverencia al viento y corrió a casa.
En cuanto hubo llegado, tendió el mantel sobre la mesa y dijo:
Mantel mágico, danos de comer y de beber.
Apenas dichas estas palabras, aparecieron sobre el mantel pastelillos y rosquillas, sopa de carne, jamón y dulce jalea.
Iván y sus hijos se dieron el gran hartazgo y se acostaron. A la mañana siguiente, cuando se disponían a almorzar, se presentó en la casa Iván el Rico.
Al ver la mesa repleta de manjares, el ricachón enrojeció de rabia y dijo a su hermano:
-¿Qué veo, hermano, es que te has vuelto rico?
-Rico no soy, pero tengo lo bastante para comer yo mismo y para agasajarte. Mira, ahora te devuelvo el saco de harina que te debo. ¡Mantel mágico, dame un saco de harina!
Apenas hubo dicho estas palabras, apareció sobre el mantel un saco de harina.
Iván el Rico lo cogió y salió de la casa sin decir palabra. Al atardecer se presentó de nuevo y pidió:
-Querido hermano, hazme un gran favor. Han venido de visita unos amigos de la aldea vecina y no tengo con qué agasajarles, pues hoy no hemos encendido el horno ni cocido pan. Déjame, hermano, por una hora, tu mantel mágico.
Iván el Pobre dejó el mantel a su hermano.
El ricachón agasajó a las visitas y, cuando éstas se marcharon, guardó el mantel mágico en un baúl y llevó a casa de Iván el Pobre otro idéntico, pero sin magia alguna.
-¡Gracias, hermano -dijo el ricachón-, hemos comido de primera!
Iván el Pobre se sentó a la mesa con sus hijos, dispuesto a cenar, y extcndió el mantel.
¡Mantel mágico, danos de cenar!
El mantel yacía sobre la mesa, blanco, limpio, pero la cena no aparecía.
Iván el Pobre corrió a casa de su hermano.
-¿Qué has hecho de mi mantel, hermano?
-No sé a qué te refieres. Tal como te lo llevé, te lo devolví. Iván el Pobre se echó a llorar y regresó a su casa. Pasaron dos días, y los chicos de nuevo se pusieron a llorar, pidiendo de comer. Pero en la casa no había ni un grano de cereal ni un pellizco de harina. Quieras que no, Iván el Pobre tuvo que ir a casa de Iván el Rico.
¡Buenos días, hermano!
Buenos días, pobretón. ¿Qué te trae por aquí? ¿Es que la casa se te encima?
-Los chicos lloran, tienen hambre. Damc, hermano, un poco de harina, de grano o de pan.
Tomó Iván el Pobre el plato de jalea y se fue a su casa. El sol calentaba de lo lindo, y lajalea empezó a derretirse y se vertió al suelo. No quedó de ella más que un pequeño charco en medio del camino. Iván el Pobre montó en cólera y dijo:
-¡Ay, sol insensato! ¡Tus bromas son una desgracia para mis hijos! ¡Espera, que ya daré contigo y te haré responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en busca del sol. Caminaba sin descanso, pero el sol le llevaba siempre la delantera, hasta que, al atardecer, se puso detrás de una montaña. Allí le encontró Iván.
El sol vio a Iván y le dijo:
-¿Qué te trae por aquí, Iván?
-Llevaba a mis hijos hambrientos -le dijo Iván- un plato de jalea, ¡pero tú, sol insensato, te pusiste a calentarla, la derretiste y cayó toda al camino. ¿Quieres que vaya a casa con las manos vacías?
-No te preocupes -respondió el sol-, ya que te he gastado una mala broma, te sacaré de apuros. Te daré una cabra de mi rebaño. Tú aliméntala con bellotas y, cuando la ordeñes, te dará oro.
Iván hizo una reverencia al sol y llevó la cabra a casa. Una vez allí, Ir dio unas bellotas y se puso a ordeñarla. En vez de leche, la cabra daba oro. En fin, Iván empezó a vivir bien, y sus hijos ya no pasaban hambre.
Iván el Rico se enteró de que su hermano tenía una cabra mágica y se presentó en la casa.
-Buenos días, hermano.
-Muy buenos días.
-Sácame de apuros, hermano querido, déjame tu cabra por una hora. Debo pagar una deuda y no tengo dinero.
Llévatela, pero no vuelvas a engañarme.
Se llevó Iván el Rico la cabra, la ordeño, tomó el oro, encerró el animal en una jaula y llevó a Iván el Pobre una cabra sin magia alguna.
¡Gracias, hermano, me has sacado de apuros!
Dio Iván el Pobre a la cabra unas bellotas y se puso a ordeñarla... Salía de las ubres leche y corría por las pezuñas, sin que la cabra diera oro.
Corrió Iván el Pobre a casa de su hermano, que le dijo:
-No sé qué quieres. Tal como me la llevé, te la devolví.
Iván el Pobre rompió a llorar y se marchó a su casa. Pasaron los días y las semanas. Los chicos lloraban, pidiendo de comer. El invierno era muy inclemente, y en la casa no había ni un grano, de cereal ni un pellizco de harina. Quieras que no, Iván el Pobre tuvo que ir a ver a su hermano.
-Los chicos lloran, tienen hambre. Dame, hermano, un puñado de harina.
-No te daré ni harina ni grano. Si quieres, puedes llevarte las sobras de la sopa de coles que comimos ayer, están en el estañte de la despensa.
Tomó Iván el Pobre la cazuela con la sopa de coles de la víspera y se dirigió hacia su casa. Aullaba la tempestad de nieve y arreciaba el frío. Se puso el frío a jugar con la sopa de coles, cubriéndola de hielo y espolvo-reándola de nieve. Y estuvo jugando con ella hasta que la heló por completo y no había ya en la cazuela más que un oscuro pedazo de hielo, que no se podía comer.
Iván el Pobre montó en cólera y dijo:
-¡Ay, frío, frío, narizota roja! Tus bromas son una desgracia para mis hijos! ¡Espera, que ya daré cóntigo y te haré responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en busca del frío. Si el frío iba por los campos, por los campos iba Iván. Si se adentraba en los bosques, Iván le seguía. Por fin, el frío se tendió bajo un gran montón de nieve, e Iván se metió también allí.
El frío le vio y dijo asombrado:
-¿Qué te trae por aquí, Iván?
-Llevaba a mis chicos las sobras de la sopa de coles que había comido mi hermano, y tú te pusiste a jugar con ella y la helaste. ¿Quieres que vaya a casa con las manos vacías? Mi hermano me ha quitado el mantel mágico y la cabra de oro, y tú has echado a perder la sopa.
-¿Eso es todo? -dijo el frío-. Toma en compensación esta bolsa mágica. Cuando necesites algo di: “¡Salid de la bolsa!”, lo que salga de ella cumplirá tus deseos. Cuando digas: “¡A la bolsa!”, se ocultará.
Hizo Iván una reverencia al frío y se marchó. Al llegar a casa, sacó la bolsa y dijo:
-¡Salid de la bolsa!
Al instante salieron de la bolsa dos estacas de pino y se pusieron a medirle las costillas a Iván el Pobre, al tiempo que decían:
-¡No creas, pobre, a los ricos! ¡No creas, Iván, a tu hermano el ricachón, aprende de una vez!
Iván, jadeante, apenas si pudo gritar:
-¡A la bolsa!
Las estacas se ocultaron al punto.
Al atardecer se presentó en la casa Iván el Rico y dijo:
-¿Dónde has estado, Iván? ¿Qué has traído?
-He visitado al frío, hermano, y he traido una bolsa mágica. En cuanto dices: “¡Salid de la bolsa!”, salen dos y hacen lo que uno necesita.
-¡Ay, hermano, déjame la bolsa por un día! La techumbre de mi casa se está cayendo, y no encuentro quien la arregle.
-Llévate la bolsa, hermano.
El ricachón se fue a su casa con la bolsa, cerró la puerta nada más llegar y dijo:
-¡Salid de la bolsa!
Salieron al instante de la bolsa dos estacas de pino y se pusieron a medir las costillas al ricachón, al tiempo que decían:
-¡No engañes, ricachón, al pobre! Devuelve, ricachón, a Iván el mantel y la cabra.
Iván el Rico corrió seguido de las estacas a casa de Iván el Pobre, e imploró:
¡Sálvame hermano! ¡Te devolveré el mantel mágico y la cabra!
-¡A la bolsa! -gritó Iván el Pobre.
Las estacas se ocultaron en la bolsa. Iván el Rico llegó a su casa más muerto que vivo y devolvió a su hermano el mantel mágico y la cabra de oro.
Iván el Pobre y sus hijos vivieron desde entonces felices y contentos.
Ahora, los siete chicos se sientan en el banco y comen con cucharas de madera barnizada ricas gachas adobadas con mantequilla.

 062. Anonimo (rusia)

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