Vivían en una aldea dos hermanos,
Iván el Rico e Iván el Pobre. Iván el Rico nadaba en la abundancia, su granero
estaba repleto de excelente trigo, sus vacas pastaban en el verde robledal, sus
ovejas pacían a la orilla del río y, en su horno, se cocían esponjosos panes.
Iván el Rico no tenía hijos ni grandes ni pequeños, toda su familia la
constituían su mujer y él.
Iván el Pobre no tenía más animales
que una rana que vivía en un charco de su corral y un gato que moraba en una
cesta vieja. Tenía en cambio, siete hijos. Los chicos se sentaban todos en un
banco y pedían gachas. Pero no había en la casa ni un grano de cereal ni un
pellizco de harina. Quieras que no, Iván el pobre tuvo que ir a casa de Iván el
Rico.
-Buenos días, hermano.
-Buenos días, pobretón. ¿Qué te
trae por aquí? ¿Es que la casa se te cae encima?
-Préstame un poco de harina,
hermano. Luego te la pagaré.
-Está bien -respondió Iván el Rico-,
te prestaré una escudilla de harina y tu me devolverás luego un saco.
-¿No te parece mucho, hermano,
pedir un saco por una escudilla?
-Si no te hace, lárgate con viento
fresco.
¿Qué podía hacer Iván el Pobre?
Tomó llorando la escudilla de harina yse fue. Pero cuando se disponía a cruzar
el umbral de su casa, sopló ululante el viento, arremolinó toda la harina de la
escudilla -no dejó más que un poco de polvo en el fondo-y se alejó volando.
Iván el Pobre montó en cólera y
dijo:
¡Oh, travieso viento norte, has
dejado hambrientos a mis hijitos!
Espera, que ya daré contigo y te
haré responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en persecución
del viento. Si el viento volaba Por el camino, por el camino iba Iván. Si el
viento se adentraba en el bosque, Iván le seguía. Llegaron a un corpulento
roble. El viento se ocultó en un hueco del árbol, e Iván se metió también allí.
Vio el viento a Iván y le dijo:
¿Qué te trae por aquí, mujik?
Llevaba un puñado de harina a mis
hijos hambrientos -respondió Iván y tú, malvado, soplaste ululante y esparciste
la harina. ¿Quieres que vaya a casa con las manos vacías?
-¿Eso es todo? -dijo el viento-. No
te apures. Aquí tienes un mantel mágico, que te proporcionará todo lo que
desees.
Iván, loco de alegría, hizo una
reverencia al viento y corrió a casa.
En cuanto hubo llegado, tendió el
mantel sobre la mesa y dijo:
Mantel mágico, danos de comer y de
beber.
Apenas dichas estas palabras,
aparecieron sobre el mantel pastelillos y rosquillas, sopa de carne, jamón y
dulce jalea.
Iván y sus hijos se dieron el gran
hartazgo y se acostaron. A la mañana siguiente, cuando se disponían a almorzar,
se presentó en la casa Iván
el Rico.
Al ver la mesa repleta de manjares,
el ricachón enrojeció de rabia y dijo a su hermano:
-¿Qué veo, hermano, es que te has
vuelto rico?
-Rico no soy, pero tengo lo
bastante para comer yo mismo y para agasajarte. Mira, ahora te devuelvo el saco
de harina que te debo. ¡Mantel mágico, dame un saco de harina!
Apenas hubo dicho estas palabras,
apareció sobre el mantel un saco de harina.
Iván el Rico lo cogió y salió de la
casa sin decir palabra. Al atardecer se presentó de nuevo y pidió:
-Querido hermano, hazme un gran
favor. Han venido de visita unos amigos de la aldea vecina y no tengo con qué
agasajarles, pues hoy no hemos encendido el horno ni cocido pan. Déjame,
hermano, por una hora, tu mantel mágico.
Iván el Pobre dejó el mantel a su
hermano.
El ricachón agasajó a las visitas
y, cuando éstas se marcharon, guardó el mantel mágico en un baúl y llevó a casa
de Iván el Pobre otro idéntico, pero sin magia alguna.
-¡Gracias, hermano -dijo el
ricachón-, hemos comido de primera!
Iván el Pobre se sentó a la mesa
con sus hijos, dispuesto a cenar, y extcndió el mantel.
¡Mantel mágico, danos de cenar!
El mantel yacía sobre la mesa,
blanco, limpio, pero la cena no aparecía.
Iván el Pobre corrió a casa de su
hermano.
-¿Qué has hecho de mi mantel,
hermano?
-No sé a qué te refieres. Tal como
te lo llevé, te lo devolví. Iván el Pobre se echó a llorar y regresó a su casa.
Pasaron dos días, y los chicos de nuevo se pusieron a llorar, pidiendo de comer.
Pero en la casa no había ni un grano de cereal ni un pellizco de harina.
Quieras que no, Iván el Pobre tuvo que ir a casa de Iván el Rico.
¡Buenos días, hermano!
Buenos días, pobretón. ¿Qué te trae
por aquí? ¿Es que la casa se te encima?
-Los chicos lloran, tienen hambre.
Damc, hermano, un poco de harina, de grano o de pan.
Tomó Iván el Pobre el plato de
jalea y se fue a su casa. El sol calentaba de lo lindo, y lajalea empezó a
derretirse y se vertió al suelo. No quedó de ella más que un pequeño charco en
medio del camino. Iván el Pobre montó en cólera y dijo:
-¡Ay, sol insensato! ¡Tus bromas
son una desgracia para mis hijos! ¡Espera, que ya daré contigo y te haré
responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en busca del
sol. Caminaba sin descanso, pero el sol le llevaba siempre la delantera, hasta
que, al atardecer, se puso detrás de una montaña. Allí le encontró Iván.
El sol vio a Iván y le dijo:
-¿Qué te trae por aquí, Iván?
-Llevaba a mis hijos hambrientos -le
dijo Iván- un plato de jalea, ¡pero tú, sol insensato, te pusiste a calentarla,
la derretiste y cayó toda al camino. ¿Quieres que vaya a casa con las manos
vacías?
-No te preocupes -respondió el sol-,
ya que te he gastado una mala broma, te sacaré de apuros. Te daré una cabra de
mi rebaño. Tú aliméntala con bellotas y, cuando la ordeñes, te dará oro.
Iván hizo una reverencia al sol y
llevó la cabra a casa. Una vez allí, Ir dio unas bellotas y se puso a
ordeñarla. En vez de leche, la cabra daba oro. En fin, Iván empezó a vivir
bien, y sus hijos ya no pasaban hambre.
Iván el Rico se enteró de que su
hermano tenía una cabra mágica y se presentó en la casa.
-Buenos días, hermano.
-Muy buenos días.
-Sácame de apuros, hermano querido,
déjame tu cabra por una hora. Debo pagar una deuda y no tengo dinero.
Llévatela, pero no vuelvas a
engañarme.
Se llevó Iván el Rico la cabra, la
ordeño, tomó el oro, encerró el animal en una jaula y llevó a Iván el Pobre una
cabra sin magia alguna.
¡Gracias, hermano, me has sacado de
apuros!
Dio Iván el Pobre a la cabra unas
bellotas y se puso a ordeñarla... Salía de las ubres leche y corría por las
pezuñas, sin que la cabra diera oro.
Corrió Iván el Pobre a casa de su
hermano, que le dijo:
-No sé qué quieres. Tal como me la
llevé, te la devolví.
Iván el Pobre rompió a llorar y se
marchó a su casa. Pasaron los días y las semanas. Los chicos lloraban, pidiendo
de comer. El invierno era muy inclemente, y en la casa no había ni un grano, de
cereal ni un pellizco de harina. Quieras que no, Iván el Pobre tuvo que ir a
ver a su hermano.
-Los chicos lloran, tienen hambre.
Dame, hermano, un puñado de harina.
-No te daré ni harina ni grano. Si
quieres, puedes llevarte las sobras de la sopa de coles que comimos ayer, están
en el estañte de la despensa.
Tomó Iván el Pobre la cazuela con
la sopa de coles de la víspera y se dirigió hacia su casa. Aullaba la tempestad
de nieve y arreciaba el frío. Se puso el frío a jugar con la sopa de coles,
cubriéndola de hielo y espolvo-reándola de nieve. Y estuvo jugando con ella
hasta que la heló por completo y no había ya en la cazuela más que un oscuro
pedazo de hielo, que no se podía comer.
Iván el Pobre montó en cólera y
dijo:
-¡Ay, frío, frío, narizota roja!
Tus bromas son una desgracia para mis hijos! ¡Espera, que ya daré cóntigo y te
haré responder de tus travesuras!
Salió Iván el Pobre en busca del
frío. Si el frío iba por los campos, por los campos iba Iván. Si se adentraba
en los bosques, Iván le seguía. Por fin, el frío se tendió bajo un gran montón
de nieve, e Iván se metió también allí.
El frío le vio y dijo asombrado:
-¿Qué te trae por aquí, Iván?
-Llevaba a mis chicos las sobras de
la sopa de coles que había comido mi hermano, y tú te pusiste a jugar con ella
y la helaste. ¿Quieres que vaya a casa con las manos vacías? Mi hermano me ha
quitado el mantel mágico y la cabra de oro, y tú has echado a perder la sopa.
-¿Eso es todo? -dijo el frío-. Toma
en compensación esta bolsa mágica. Cuando necesites algo di: “¡Salid de la
bolsa!”, lo que salga de ella cumplirá tus deseos. Cuando digas: “¡A la
bolsa!”, se ocultará.
Hizo Iván una reverencia al frío y
se marchó. Al llegar a casa, sacó la bolsa y dijo:
-¡Salid de la bolsa!
Al instante salieron de la bolsa
dos estacas de pino y se pusieron a medirle las costillas a Iván el Pobre, al
tiempo que decían:
-¡No creas, pobre, a los ricos! ¡No
creas, Iván, a tu hermano el ricachón, aprende de una vez!
Iván, jadeante, apenas si pudo
gritar:
-¡A la bolsa!
Las estacas se ocultaron al punto.
Al atardecer se presentó en la casa Iván el Rico y
dijo:
-¿Dónde has estado, Iván? ¿Qué has
traído?
-He visitado al frío, hermano, y he
traido una bolsa mágica. En cuanto dices: “¡Salid de la bolsa!”, salen dos y
hacen lo que uno necesita.
-¡Ay, hermano, déjame la bolsa por
un día! La techumbre de mi casa se está cayendo, y no encuentro quien la
arregle.
-Llévate la bolsa, hermano.
El ricachón se fue a su casa con la
bolsa, cerró la puerta nada más llegar y dijo:
-¡Salid de la bolsa!
Salieron al instante de la bolsa
dos estacas de pino y se pusieron a medir las costillas al ricachón, al tiempo
que decían:
-¡No engañes, ricachón, al pobre!
Devuelve, ricachón, a Iván el mantel y la cabra.
Iván el Rico corrió seguido de las
estacas a casa de Iván el Pobre, e imploró:
¡Sálvame hermano! ¡Te devolveré el
mantel mágico y la cabra!
-¡A la bolsa! -gritó Iván el Pobre.
Las estacas se ocultaron en la bolsa. Iván el Rico
llegó a su casa más muerto que vivo y devolvió a su hermano el mantel mágico y
la cabra de oro.
Iván el Pobre y sus hijos vivieron
desde entonces felices y contentos.
Ahora, los siete chicos se sientan
en el banco y comen con cucharas de madera barnizada ricas gachas adobadas con
mantequilla.
062. Anonimo (rusia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario