24. Cuento popular castellano
Una vez Catalina, la zorra, que es tan
golosa y le gustan tanto las gallinas, pues entró en un pueblo. Y a la entrada,
en unos praos, había muchas gallinas paciendo, y con ellas, pues estaba un gallo.
Las gallinas, al ver a la zorra, pues
todas se asustaron y se subieron a los árboles. Pero la zorra las decía por
engañarlas:
-Gallinicas, ¿por qué sos espantáis?
Si ha venido una orden que todos los animalicos tenemos que andar juntos.
Pero el gallo, que estaba en un chopo,
no cesaba de cantar:
-¡Cacaracacá! ¡Cacaracacá!
Y dice entonces la zorra:
-Y tú, alcaraván, ¿por qué chillas
tanto? Y la dice el gallo:
-Chillo porque vienen allí dos
podencos.
La zorra, que los ve, pilla pitos y
echa a correr. Y el gallo la decía desde el chopo:
-¡Catalina, comunica la orden a los
galgos! ¡Comunícasela! Y ella decía:
-¡No puedo! ¡No puedo!
En su carrera, que llevaba tan fuerte,
se encontró con la gaita de un ciego, que allí se había quedao a descansar y se
había dormido. Al pasar la zorra, pisó con las patas las cuerdas de la gaita,
y la gaita tocó: ¡Tiro, liro, liro, liro!... Y dice entonces la zorra:
-¡Sí! ¡Pues pa sones voy yo ahora!
Los galgos iban corriendo detrás de
ella, y corriendo llegó la zorra a unas eras donde estaba trillando un hombre
que se llamaba Rafael. Y le dice la zorra:
-¡Ay, Rafael! ¡Por Dios, por Dios,
escóndeme! ¡Escóndeme, por Dios, que no te he de comer ningún cordero! ¡Porque
vienen ahí dos galgos que me quieren quitar el pellejo!
Y entonces el tío Rafael la dice:
-Métete en ese montón de paja.
La zorra se escondió en el montón de
paja; pero como es tan astuta, dejó un ojo fuera para ver lo que hacía el tío
Rafael. Llegaron los galgos y le dicen:
-Tío Rafael, tío Rafael, ¿no has visto
pasar por aquí a Catalina, la zorra?
Y el tío Rafael decía:
-No, no. No la he visto, no.
Y apuntaba pa donde estaba la zorra.
Los galgos no entendieron las señas
del tío Rafael y se marcharon siguiendo a la zorra.
-Vamos, Catalina, ya te puedes salir
-la dice el tío Rafael a la zorra-. Si no es por mí, hoy te quitan el sayo.
Pero la zorra, que estaba viendo todo
lo que el tío Rafael hacía, le dice:
-¡Ay, Rafael, Rafael! ¡Las palabras
buenas eran, pero qué mal me las mangueabas!
Y, de rebeldecha, se fue para donde el
tío Rafael tenía los corderos, y le comió cuatro en agradecimiento del favor
que la había prestao.
Morgovejo,
Riaño, León.
Narrador
LXV, 20 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058.01 anonimo (castilla y leon)
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