219. Cuento popular castellano
Eran dos monjas que fueron ande el
señor obispo a pedirle permiso para confesar, pues decían que lo más propio era
confesar las mujeres a las mujeres. Y el señor obispo les dijo que no podía
ser, que las mujeres eran muy habladoras, que todo estaría en la calle. Y ellas
dijon que por qué, que no, que guardarían los secretos lo mismo que los
hombres.
-Bueno, bueno... Si ustedes se
empeñan, lo miraré a ver, y ya veremos a ver si se arregla para ser ustedes
confesoras. Pero antes tengo que consultarlo con el Padre Santo... Y mientras
tanto van ustedes a hacerme un favor. Van a llevar una cajita, que les voy a
dar, al señor obispo de Salamanca. Se la entregan a él mismo, al mismo obispo,
y le dicen ustedes que de mi parte le entregan ese regalito.
Y les entregó una cajita, cerrada con
llave, la llave de la caja, y una esquela del objeto que llevaban, para que la
entregaran con la caja. Pero les mandó que aunque les daba la llave, que no miraran
ellas la cajita ni la enseñaran a nadie.
Y ya ellas, por el camino, todo se les
volvía:
-¿Qué será? ¿Qué haremos? ¿Lo
miraremos? Como llevamos la llave, lo abrimos, y no lo sabrá nadie.
-Pues, ¡a mirarlo!
Lo abrieron, y, al levantar la tapa,
salió un ruinseñor y se les fue volando. Y al volárseles dice una de las
monjas, ya aturdida:
-¿Qué haremos ahora? ¿Le entregamos la
caja al señor obispo? Y dice la otra:
-No tenemos otro remedio que
entregársela. Si no, quedamos en una fealdad.
Llegaron y entregaron la cajita al
señor obispo, diciéndole:
-Ahí tiene usted este regalo que nos
ha dao para usted el señor obispo de tal parte.
Destapó, abrió, y no había nada.
-¿Qué es lo que me traen ustedes? Miró
la esquela.
-Pero, ahí no viene lo que dice esta esquela.
Y les devolvió la cajita, diciendo:
-Tengan ustedes. Se la devuelvan a ese
señor obispo y le digan que el objeto que pone en la esquela que no viene.
Conque así lo hizon. Le llevaron la cajita al señor obispo,
y les dijo:
-Pero, ¿qué han hecho ustedes, que no
ha llegao el pájaro? ¿Qué han hecho ustedes?
Pues, confesaron el hecho:
-Señor, que hemos tenido la debilidad
de abrir la cajita, y se nos ha volao el pájaro.
-¿Ven ustedes? Pues, ¿cómo van a ser
confesoras si no pueden tener un secreto?
Astudillo,
Palencia.
Narrador
XXIV, 14 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058 anonimo (castilla y leon)
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