2. Cuento popular castellano
Iba un aceitero por un camino
vendiendo aceite a cuenta de buevos -como así se acostumbraba en siglos
pasados. Y de dos arrobas de aceite que llevaba, llevaba el importe en buevos.
Una zorra muerta de hambre, viendo
venir al aceitero, que, llevaba las aguaderas llenas de buevos, se fingió la
muerta, y se tendió en medio del camino, esperando a que llegara el aceitero. Y
al ver éste a la zorra, que la creyó muerta, para poder aprovechar la piel, la
tiró encima de su carga.
La zorra, que lo que tenía era hambre
-no que estaba muerta-, se enredó a cascar buevos de la carga. Y el aceitero,
como iba con su mulo del ramal, no se daba cuenta de que la zorra era viva, no
muerta. Pero después que comió todos los buevos que la fueron necesarios para
llenar el vientre, la zorra empezó a cantarle al aceitero:
-¡Tunturuntera!
¡Harta de buevos y bien caballera!
¡Tunturuntera!
¡Harta de buevos y bien caballera!
Quiso el pobre aceitero echar mano a
la zorra; pero quedó burlado. Porque la zorra se meó el rabo, le dio dos
guisopazos y le cegó los ojos. Y sin saber por dónde, se le escapó.
Aldeonsancho,
Segovia.
Narrador
II, 21 de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058 anonimo (castilla y leon)
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