Abandonando Valldemossa
por la ruta de Poniente, dejamos a la izquierda la posesión de Son Batista, escenario del episodio de
Ahmed y su cántaro roto, y seguimos, hasta llegar a la bifurcación conocida
como es Girant de Deià. El cruce es
lugar evocador de muchos sucedidos que el pueblo, con su fantasía creadora,
atribuye a su santa, Catalina Thomás, la popular Beateta. Allí, cuando la niña Catalina llevaba el yantar a su padre
que trabajaba los terrenos de Son
Gallard, la esperaba, cotidianamente el diablo y le fastidiaba con
pesaduras más propias de un párvulo travieso que de todo un veterano perdedor
de almas. Le volcaba el cesto con la comida de los segadores, le tiraba
piedras, le daba sustos y le ponía zancadillas. Todo lo soportaba con entereza
la futura santa que, sin darse cuenta, debía ir tomándole la medida a su
inseparable enemigo y curtía así el ánimo, con miras a futuros enfrentamientos
de mayor envergadura.
Considerando el girant como vértice de un triángulo,
cuyos lados serían las dos carreteras que parten de él hacia Esporles y Deià y
el tercero el reborde del acantilado que cae casi a plomo sobre el mar, toda su
teórica superficie es una explanada con dos decorados laterales de montaña y
una línea frontal donde se confunden; el mar y el cielo. Es la llanura
conocida como es Pla d'el Rei y no
precisa-mente por lo llano de su terreno sino por una pequeña corrupción de la
antigua palabra plant o plany que en nuestra lengua quiere decir
llanto. Porque en esa llanura, cuentan lloró un rey.
Con los reyes de la corta
dinastía mallorquina, nos pasa al pueblo lo mismo que con los Ahmeds. Resulta más cómodo personificarlos
en una sóla imagen, la del Rei En Jaume,
que ir a averiguar con certeza de qué Jaime se trataba, dejando estas precisiones
para los pacientes historiadores. Lo cierto, según la leyenda, es que allí
lloró el rey Jaime.
Andaba el Conquistador
dando una batida por aquellos parajes persiguiendo a los moros que, huídos de
Palma, se habían hecho fuertes en las montañas. Don Nuño Sanç iba a la vanguardia
de la expedición y fue sorprendido por una emboscada, cayendo herido en la
refriega. Cuando el emisario del noble alcanzó al grueso de la expedición,
puso en conocimiento del rey la triste nueva y debió ser tal el realismo del
relato del soldado que don Jaime, creyendo perdido ya a su buen caballero,
lloró desconsoladamente como hiciera años atrás, nada más desembarcado en la Isla , ante los cadáveres de
sus queridos Moncada.
Todavía en Valldemossa se
conoce con el nombre de sa ferida a
un paraje muy cerca del pla, donde
tendría lugar la supuesta embos-cada.
Distinta sería la causa
del llanto real, según otra versión de la leyenda que sitúa al rey Jaime -sería
forzosamente el segundo-, cabalgando por aquella llanura, cuando divisó a lo
lejos un jinete que se acercaba a galope tendido. Llegó junto a la real persona
el emisario, haciéndole entrega de un correo con el sello de Aragón y, no bien
hubo iniciado su lectura don Jaime, cuando descabalgó y, postrado de rodillas,
se mesaba las barbas llorando amargamente. Los gruesos caracteres góticos del
pergamino le comunicaban la muerte de su padre, el rey Conquistador, acaecida
en Valencia el 27 de Julio de 1276.
La historia podrá
confirmar o desmentir la presencia de los Jaimes, por aquellas fechas, en
tierras mallorquinas, pero la leyenda, esta vez por partida doble, se ha
encargado de certificarla hasta nuestros días en la llanura valldemosina del Plá d'el Rei.
Fuentes:
Juan Mantener Bujosa: Tradiciones y leyendas de Valldemossa.
(Separata de Revista núms. XLII -
XLVIII. Palma 1948).
092. Anonimo (balear-mallorca-valldemossa)
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