Dice
que había un puestero que tenía una gran majada de cabras y había
criau un solo perro pastor pa cuidarla. Era mucha hacienda para un
solo perro, y además, le daban poca comida al cabrero. Como comía
poco y andaba todo el día, corriendo di un lau pal otro para
defender del daño la hacienda, el perro 'taba que ya no podía casi
sostenerse de flaco. Pero como era tan lial y noble el perro, cuidaba
todo el día los animales y nunca le faltaba ninguno.
Había
un zorro que siempre andaba por ver si se cazaba algún animalito
chico, una cabrilloncita, pero, qué, el perro lo olfatiaba de lejos
y lo sacaba corriendo.
-Usté
anda muy flaco. Si sigue así pronto no va a poder salir de las casas
y va a perder todas las cabras. A usté le dan muy poco de comer.
-Sí,
amigo perro, me importa porque me da lástima y porque pienso
ayudarlo, porque lo veo tan güeno. Yo puedo aconsejarlo pa que le
den mejor de comer y lo atiendan lo más bien.
-Mire,
amigo perro, dejemé cazar un cabrito o una cabrilloncita, y usté
corra, y hagasé el que no tiene juerzas, y áhi van a ver que es de
flaco que no me puede agarra.
-Pero,
amigo, no siá zonzo, no ve que no se dan cuenta de nada. Yo le voy a
guardar a usté una güena parte del animal muerto.
Güeno...
Todos los días el zorro li hacía la misma conversación al perro
hasta qui al fin lo convenció.
Güeno...
Ya le cazó también una cabrita bien gorda. Comió el zorro y le
escondió por áhi un güen pedazo pal perro. Cuando volvió a las
casas la hacienda, ya vio el dueño que faltaba un animal. Y áhi ha
dicho:
-Éste
es el zorro que mi ha comíu la cabrita. El pastor 'tá tan flaco que
se le cuentan las costillas. Seguro que el pobre nu ha teníu aliento
pa correrlo.
Y
dice qui áhi ha mandau que le den bien de comer. Li han dau el doble
de comida y el perro ha pensau que el zorro li ha dau un güen
consejo.
El
zorro ha vuelto a cazar una cabrita y vuelta el patrón a ordenar que
le den mejor ración al cabrero. El zorro le guardaba siempre una
buena parte al perro.
Güeno...
Dice que esa cabrita 'taba muy gorda y li ha dicho el zorro al perro
si no le podía dar un poco de vino pa asentar la comida. El pastor
le ha dicho que güeno. Ha ido esa noche a la casa, el zorro, y el
pastor que li dado vino. Y si ha machado el zorro y ha empezado a
cantar. Áhi han venido los otros perros y lu han sacau corriendo al
zorro y el pastor también ha teníu que correr, y entre todos lo han
muerto al zorro.
Juan
Lucero, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1945.
Gran
narrador.
Cuento
446.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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