Dice
que Dios hacía fiesta a todas las aves en el cielo. En esa época
los casaba Dios a las aves y les hacía la fiesta de la boda en el
cielo, para que después fueran a hacer sus niditos y tuvieran sus
hijitos.
Entonces
el zorro, como es tan entremés, le gusta andar por todas partes. En
ese tiempo, el zorro era un animal muy bonito. De todos los animales
era el más bonito. Tenía el hociquito chiquito, la boca chiquita,
las orejitas muy afinaditas, y todo su cuerpo era muy proporcionado.
Un
día le dijo el cuervo, que eran muy amigos los dos, que tenían boda
en el cielo y que él iba a viajar al cielo. Entonces le dijo el
zorro:
El
cuerpo era guitarrero y tocaba la guitarra y cantaba en la boda del
cielo, en la boda de las aves.
Llegaron
al cielo el zorro y el cuervo. Participaron de la fiesta, de la
comida y cantaron y bailaron.
Cuando
pasó la fiesta, todas las aves se volvieron pero el zorro no quiso
volver. Entonce Dios le dijo que se quedara, que de algo podía
servir, a pesar de que un zorro no podía vivir en el cielo. Pero
como el zorro es tan pícaro y tan astuto siempre hacía travesuras y
a Dios poco le agradaban sus picardías. Un día le dijo Dios:
-Mirá,
eres un gran ocioso. Por lo menos de algo tienes que servir. Mis
hijos trabajan y trabajan mucho. Yo quiero que mis hijos no trabajen
tanto. Yo quiero darles más descanso. Vos me vas a servir para
darles mis órdenes y para que con mis palabras lleven una vida con
más descanso. Acercate a la puerta del cielo y gritá fuerte lo que
te voy a decir para que todos oigan:
-Hijos
de Dios, deben comer tres veces a la semana, deben poner las lanas de
sus ovejas abajo de unos cántaros, y deben rezar durante la noche.
Sus oraciones harán que no tengan hambre y necesiten poca comida,
que la lana se hile y se teja sola, y tengan todas las prendas que
necesiten para sus vestimentas. Así van a vivir bien y con poco
trabajo.
Pero
el zorro dijo todo al revés, porque es un pícaro, un malo. Se
acercó a la puerta del cielo y empezó a gritar:
-Hijos
de Dios, deben comer tres veces al día, deben esquilar sus ovejas,
deben hilar y deben sentarse en sus telares a tejer, ¡tepac!...
¡tepac!... ¡tepac!... Luego deben coser sus ropas y andar mucho por
los campos cuidando sus ovejas, y deben sembrar todo lo que puedan
para poder comer.
Entonces
Dios se ha enojado. Tomó al zorro por el hocico y lo ha estirado, y
lo hizo bocacho, con la boca grande. Lo hizo feo para castigarlo.
Entonces le dijo que lo iba a mandar a la tierra, pero que tenía que
servir de algo. Le hizo tragar mucha semilla de toda clase de
plantas, para que sus hijos pudieran sembrar en la tierra. Pues, él
tenía que tragar toda la semilla y cuando la largara con la bosta,
ya iba 'tar en buenas condiciones para que la gente sembrara.
-Ahora
te voy a largar con una soga -le dijo. Te voy a largar despacito
porque debes llegar sano y salvo para que puedas contar a mis hijos
la bondad de Dios. Pero tienes que ir callado y no molestar a nadie
porque te van a castigar si te vas haciendo picardías.
Así,
le puso al zorro en el cogote una soga y lo fue soltando despacito.
El zorro iba bien, pero cerca de la tierra el pícaro zorro no se
olvidaba de ser pícaro, y gritaba y insultaba a todas las aves que
encontraba a su paso. Y les decía:
A
todas las aves las insultaba, pero más insultaba a los loros.
Entonces los loros le decían que no los insultara porque le iban a
cortar la soga. Pero él no se cansaba de insultarlos, hasta que los
loros enojados, le cortaron la soga.
-¡Hijos
de Dios! ¡Hijos de Dios! ¡Tiendan, hijos, colchas, colchones y
cueros, todo lo que sea blando, para que Dios no se golpie, porque
Dios está cayendo!
La
gente estendió todo lo que tenían blando, mas la mala suerte del
zorro no lo favoreció y cayó sobre una piedra muy grande. Con el
golpe, el zorro se desarmó entero y como había tragado tanta
semilla, las semillas se desparramaron por todos los campos. Entonces
se formaron los montes, y el hombre tuvo muchas plantas que le sirven
de alimento. Dicen que antes no había plantas en la tierra, pero
Dios las mandó con el zorro.
Santusa
Osedo, 42 años. Rinconada. Jujuy, 1968.
La
narradora es maestra de escuela. Aprendió el cuento de la madre,
Primitiva Flores de Osedo, de 80 años. Ambas son nativas de
Rinconada, de familia colla.
Cuento
545.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
No hay comentarios:
Publicar un comentario