Hicieron
una apuesta el zorro con el peludo, que tenían que enlazar un potro
y lo voltiaban. Y le dijo el zorro que él también se animaba. El
zorro hizo una cueva que tenían que pasar los animales por áhi. Y
es claro, el peludo hace la cueva para un lado y para otro, así. Y
trajo una soga.
Cuando
pasaba un animal por áhi lo enlazaba el peludo. Y enlazaba con la
soga atada a media espalda y se iba a afirmar al fondo de la cueva.
Cuando pasaban los animales cerca, y cuando pegaban la estirada se
quebraba el cogote y caía muerto el potro. Andaba muy bien y
tuvieron carne por un tiempo.
El
zorro hace la cueva derecha, ¿no? Y el zorro hizo una cueva derecha
como él sabía no más. Pasaban los animales al agua. La pasada era
muy cerca y a él no le hacían juicio lo que veían al zorro. Y
pasaba un potro y áhi lo enlazó el zorro. ¡La gran siete!, y el
potro lo sacó como chicharra en el aire. Claro, estaba la cueva
derecha, lo sacó el potro de un tirón al zorro. También se había
atado el lazo a media espalda. Iba en el aire, el pobre zorro.
Más
allá había un palo con una horqueta y se encaja áhi. Cayó el
potro muerto y el peludo lo siguió al rastro y va y lo encuentra
arriba del palo al compañero, y le dice:
Delfín
Prado, 75 años. Cortaderas. Chacabuco. San Luis, 1968.
Campesino
analfabeto, pero inteligente. Muy buen narrador.
Cuento
259. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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