El
zorro y el peludo salieron al campo, y le dice el zorro:
-Mirá,
andamos de a pie y no puede ser. Dos hombres grandes tenemos que
agarrar un potro para hacer un caballo -dice.
Y
se van. Tenían un lazo. Se consiguieron un lazo. Hizo cada uno su
cueva. Y el peludo se ató el lazo a la cintura y esperó que se
arrimara el potro a la cueva, a una distancia, y cuando pasó el
potro que le gustaba a él lo enlazó y se metió a la cueva.
Hinchando la cáscara lo tuvo ahí atado hasta que más o menos se
ablandó un poco el potro. El zorro le ayudó y lo embozalaron, lo
ataron y lo hicieron caballo, ¿no?
Despué
le tocaba al zorro agarrar el de él. Y bueno, como vio que era fácil
la tarea del peludo, hizo lo mismo. Se ató el lazo a la cintura. Y
al potro que le gustaba también a él, lo esperó que se arrimara a
la cueva de él, que era distinta a la del peludo, ¿no? Cuando se
aprosimó le tiró el tiro 'e lazo. Lo enlazó también y se metió a
la cueva. Pero no tuvo la misma suerte, porque el zorro no tiene la
habilidá 'el peludo ni la defensa que tiene éste. Entonce lo
arrastró por todo el campo, qué sé yo... Hasta que fue el peludo y
lo socorrió. Le sacó el lazo y lo defendió, lo socorrió. No se
alcanzó a matar. Así el zorro, que es tan autero, fue vencido por
el peludo que parece zonzo, pero que tiene unas uñas que, ande se
agarra, nu hay quien lo saque, y porque hace una cueva con vueltas,
ande se puede agarrar, mientras que el zorro hace una cueva derecha.
Rubén
Tejeda, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.
El
narrador es trabajador de campo.
Cuento
273. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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