Andaban
de compañeros el zorro y el peludo. Y buscaban alimentos. El peludo
sabía que al zorro le gustaban mucho los quesos. Y sabía que venían
las carretas a los puertos, a llevar quesos. En esos tiempos eran los
campos abiertos y sin caminos y todo se transportaba en carretas.
Entonce llevaban quesos, cueros y otras cosas, las carretas a Buenos
Aires. Y como les conocía el camino a las carretas, el peludo se fue
y esperó que pasara una carreta. Las carretas iban en tropas, ¿no?,
de cuatro, cinco, diez carretas. Y esperó que pasara la última. Se
puso entre los pastos, bien sobre el camino, y cuando iba a pasar la
última carreta, cuando pasaron los bueyes, se le metió bajo la
rueda de la carreta, que nadie lo pudiera ver, ¿no? Y la carreta
pegó un barquinazo. Y cuando trabó la carreta el quirquincho
barquinió la carreta y se cayó un queso. Después que se retiraron
las carretas levantó el queso y se lo llevó al compañero. Y
bueno... Y así sucesivamente varias veces. El zorro no le quería
preguntar porque como él también se las daba de taimado, de que era
capaz de conseguir alimento como el compañero, no quería ser menos,
tampoco, no le quería preguntar. Hasta que ya le había traído
varias veces. Un día a cada uno le tocaba. Un día le tocó al
zorro, y le dice:
-Y
es fácil -dice. Yo voy y espero las carretas que van a Buenos Aires
y después que pasan, a la última me le meto abajo 'e la rueda. Y
siempre voltea un queso o dos. Yo voy hacer lo mismo -dice.
Y
se va. Se pone en los pastos. Y cuando pasa la carreta se le mete
abajo 'e la rueda. Pero como no tiene la misma cáscara del peludo,
lo pisó, claro, y lo mató en seguida.
Rubén
Tejeda, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.
Trabajador
de campo.
Cuento
311.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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