Resulta
que el zorro s'hizo compañero con un avestruz. Pero el zorro tan
pícaro, tenía mala intención, se quería comer el avestruz, pero
no sabía cómo hacer para comerse el avestruz.
Y
ya el avestruz l'entró por achicarse el pie, y le vivía preguntando
al zorro que cómo haría. Ya no hacía otra cosa que mirarse la
pataza tan fiera y le daba vergüenza.
-Bueno
-le dice el zorro, yo te voy a hacer ese servicio. Yo te voy a
preparar una botas de potro pa que tengás un pie chiquito, vos tenís
qui ayudarme.
Ya
le dio el lazo al avestruz pa que enlazara, y él si ató la punta de
la mitá del cuerpo, y se ganó a una cueva, pa poder hacer pie que
había oído decir que al quirquincho nadie lo mueve de la cueva.
Ya
venían llegando unas yeguas, y tiró el lazo el avestruz y en la
primera vuelta no más enlazó una yegua. Y ya le gritó el avestruz
al zorro y le dejó el lazo, y ya s'estiró el lazo y le tocó al
zorro hacer fuerza. En la primera estirada lo sacó la yegua al zorro
en el aire. Y ya comenzó a correr el avestruz pa ayudar al amigo, y
como era tan ligero, consiguió sacarle el lazo a la yegua, y salvar
al amigo que quedó casi muerto.
Ya
pasó un tiempo y el zorro se mejoró. Ya después empezó otra vez a
decirle al avestruz que l'iba hacer unas botas de potro. Y el
avestruz se miraba las patas tan grandes y le miraba el pie tan
chiquito y tan bonito al zorro.
Bueno,
ya convinieron en enlazar otra yegua, pero esta vez el zorro no quiso
saber nada de ayudar, y ataron la punta del lazo en un monte. Ya
vinieron unas yeguas, y enlazó el avestruz una y la yegua pegó una
estirada y se descogotó.
Ya
el zorro le sacó el cuero 'e las patas. Preparó las botas, y l'hizo
poner las botas frescas al avestruz. Era de mañana muy temprano.
Cerca 'e las doce, se comenzó a secar el cuero, y se comenzaron a
achicar las patas del avestruz, y el avestruz decía:
Pero
el cuero se secaba cada vez más y le comenzó a apretar las patas al
avestruz, y ya el avestruz no podía más. El cuero cada vez más
duro y seco. Y le pedía al zorro que se las sacara a las botas, y ya
se tiró al suelo que no se podía ni mover.
Se
allegó el zorro como para sacarle las botas, y él aprovechó lo que
él quería. Y se lo comió no más.
Guillermo
Benítez, 73 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.
Nativo
del lugar. Muy buen narrador. Con cierta cultura en su medio.
Al
cuento común se le agrega el motivo del cuento de los
enlazadores.
Cuento
339. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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