Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 5 de junio de 2012

Un castillo en el aire

Erase una vez un zar que tenía tres hijos y una hija a la que tenía metida en una jaula, y allí la criaba y cuidaba como a las niñas de sus ojos. Cuando la doncella creció, un atardecer, pidió a su padre que la dejara salir con sus hermanos a dar un paseo y el padre accedió. Pero apenas hubo sali­r do del palacio, por el cielo llegó volando un dragón, agarró a la don­cella y se la llevó por las nubes.
Los hermanos fueron corriendo a contarle a su padre lo que había sucedido y le pidieron que los dejara marchar en busca de su hermana. El padre les dio su permiso y también dio un caballo a cada uno con todo lo necesario para el viaje, así que se marcharon a buscar a su hermana.
Después de mucho viajar dieron con Un castillo que no estaba ni en el cielo ni en la tierra. Al llegar allí, pensaron que en aquel castillo bien podría estar su hermana y en seguida empezaron a discurrir sobre la manera en que subirían y, después de darle muchas vueltas, deci­dieron que uno de ellos degollaría a su caballo y con la piel harían un cordel, entonces atarían un extremo a una flecha y con el arco la lanzarían desde abajo para que se clavara en el castillo y de esa forma podrían subir. Los hermanos menores dijeron al mayor que matara a su caballo, pero él no quería, tampoco quería el hermano mediano, conque el pequeño mató al suyo, hizo un cordel con la piel, anudó uno de los extremos a una flecha y disparó la flecha con su arco. Cuan­do llegó el momento de trepar por el cordel, tampoco querían subir ni el mayor ni el mediano, por lo que tuvo que subir el pequeño.
Cuando estuvo arriba empezó a ir de un aposento a otro, hasta que llegó a una estancia en la que vio a su hermana sentada, sosteniendo en su regazo la cabeza del dragón que se había quedado dormido mien­tras ella lo espulgaba. Al ver a su hermano la doncella se asustó y empe­zó a suplicarle en voz baja que huyera antes de que se despertase el dragón, pero él no le hizo caso sino que agarró una maza, la levantó y golpeó con ella al dragón en la cabeza, pero el dragón, todavía dormi­do, se llevó la mano al lugar del golpe y le dijo a la doncella:
-Justo aquí me pica algo.
Al tiempo que decía esto, el hijo del zar le arreó otro mazazo, y otra vez el dragón le dice a la doncella:
-De nuevo me pica algo por aquí.
Cuando estaba a punto de atizarle por tercera vez, su hermana le señaló con el dedo el punto en donde le brotaba la vida, y allí que le dio, nada más golpearle, el dragón se quedó muerto en el sitio. La hija del zar lo apartó de su regazo, corrió a besar a su hermano y tomán­dole de la mano, se puso a mostrarle el castillo.
Primero lo llevó a un aposento en el que, atado al pesebre, había un caballo zaino con el jaez de plata pura. Luego lo llevó a otro apo­sento en donde, junto al pesebre, había un caballo blanco con el jaez de oro puro. Finalmente lo condujo a un tercer aposento en el que estaba un caballo bayo junto al pesebre, con el jaez guarnecido de pie­dras preciosas.
Tras mostrarle esos aposentos, lo llevó su hermana a una estancia en la que una doncella, sentada junto a un bastidor de oro, bordaba con hilo también de oro. De esta estancia lo llevó a otra en la que una don­cella hilaba hebras de oro. Al fin lo llevó a una tercera estancia en la que una doncella ensartaba perlas frente a una bandeja de oro en la cual una gallina, también de oro, picoteaba las perlas con sus polluelos.
Cuando hubo visto todo esto, volvió a la estancia en donde yacía muerto el dragón, lo sacó fuera y lo echó a la tierra, y los hermanos, cuan­do lo vieron, casi se mueren del susto. Después el hermano pequeño hizo bajar a su hermana primero y tras ella, una a una, a las tres donce­llas, cada cual con su labor, y según iban bajando se las iba destinando a sus hermanos, al bajar la tercera, la de la gallina y los pollos, se la des­tinó para sí mismo. Sus hermanos, envidiosos al verle convertido en el héroe que había encontrado y salvado a la hermana, cortaron el cordel para que no pudiera bajar, luego encontraron en el campo un pastor con las ovejas, le cambiaron de ropas y lo llevaron ante su padre en el lugar de su hermano, a su hermana y a las doncellas las intimidaron con ame­nazas para que no dijeran a nadie lo que habían hecho.
Pasado algún tiempo, llegó a oídos del hermano que estaba en el castillo que sus hermanos y aquel pastorcillo se iban a casar con las doncellas. El mismo día en que se casaba el mayor, montó en el caba­llo zaino y justo cuando los invitados salían de la iglesia, apareció volando entre ellos, con una maza golpeó al novio en la espalda de modo que éste cayó del caballo, y él remontó el vuelo hacia el casti­llo. Cuando se enteró de que se casaba el hermano mediano, se montó en el caballo blanco y, justo cuando los invitados salían de la iglesia, llegó volando y le golpeó de forma que también el mediano cayó del caballo, en seguida se marchó volando. Final-mente, cuando se ente­ró de que el pastorcillo se iba a casar con la doncella que para sí había elegido, se montó en el caballo bayo y volando se plantó entre los invitados justo cuando salían de la iglesia; al novio le dio tal mazazo en la cabeza que al instante cayó muerto, así que los invitados corrieron a prenderlo, pero esta vez no quiso huir, sino que se quedó entre ellos y les explicó que él era el hijo pequeño del zar y no aquel pastorci­llo, y que sus hermanos por envidia lo habían dejado en el castillo en donde encontró a su hermana y mató al dragón, todo esto también lo atestiguaron su hermana y las otras doncellas. Al oírlo, el zar se enojó muchísimo con sus dos hijos mayores y los desterró inmediatamen­te, mientras que al pequeño lo casó con la doncella que él mismo se había elegido y lo nombró su sucesor.

090. Anónimo (balcanes)

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