Era verano en la ribera
del río, en la montaña. Allí un matrimonio había construido un abrigo
rudimentario con paredes de turba y techo de piel de caribú. Dormían cuando el
sol estaba en su punto más bajo en el horizonte. Durante el día iban a pescar,
viendo a los peces nadar en la presa de piedra construida en el río. Después de
arponear los peces, el marido y la mujer los despedazaban y ponían los filetes
a secar al sol.
Un día dejaron a su hijo
durmiendo en el refugio mientras ellos ampliaban el espacio para secar el
pescado a poca distancia de casa. Habían puesto espantapájaros todo alrededor
de sus reservas de pescado. Para los cuerpos usaron montones de piedras, sobre
los que colocaron trozos de turba a modo de cabezas. De esta manera su comida
estaba protegida de los cuervos y gaviotas que merodeaban por allí.
El hombre y la mujer
estaban haciendo más espantapájaros cuando un lobo se acercó a ellos. Se había
quitado la piel y la había dejado detrás de unas rocas. Parecía un hombre. La
única diferencia es que tenía patas de lobo, pero la pareja no notó esto.
El lobo se aproximó y les
invitó a quitarse sus ropas de trabajo.
-Bailad -les dijo-. Yo
voy a cantar para vosotros.
Este ser, medio hombre,
medio lobo, tenía un plan preconcebido. Él y su esposa habían observado a la
pareja con el niño. Querían robarlo. La loba, que estaba escondida no muy
lejos, esperaba la oportunidad de llevarse al niño. Mientras la pareja bailaba,
ella sacaría al niño del refugio y se escaparía con él.
Al hombre y a la mujer
les gustaba bailar y aceptaron la invitación del lobo. Se quitaron la ropa y se
pusieron a bailar al ritmo de las canciones de su visitante. Sin que ellos lo
supieran, el lobo cantaba cantos mágicos y la pareja pronto sucumbió al
conjuro. Sus mentes flotaban en otro mundo; lo habían olvidado todo, incluso a
su hijo. Cuando la loba los vio en este estado como de trance, tomó el niño y
huyó a su cubil. Tan pronto como creyó que su esposa había llegado bien a casa
con el niño robado, el lobo puso fin al baile y dejó a la pareja. Poniéndose la
piel, volvió a convertirse en un lobo de verdad. El hombre y la mujer volvieron
en sí, vieron al lobo huyendo y fueron inmediatamente al refugio para ver al
niño.
El niño había
desaparecido, aparentemente sin dejar rastro. Sus padres buscaron por toda la
zona, pero no encontraron nada. Cuando volvieron al refugio vieron en el
sendero de entrada unos pelos de lobo. Este indicio les hizo pensar que quien
había robado el niño era un compañero de su visitante.
Tenían un perro y, al día
siguiente, le hicieron rastrear las huellas del lobo. Anduvieron mucho tiempo
sin éxito. El suelo estaba muy seco y revelaba poquísimas huellas. Justo cuando
estaban a punto de renunciar, encontraron el cubil de los lobos. Ataron el
perro fuera de la vista y, escondiéndose, empezaron a observar las idas y
venidas de los lobos. Los vieron sin sus pieles, actuando como seres humanos de
verdad. La loba tenía al niño en brazos, meciéndolo en sus rodillas para que se
durmiera.
Hablando en voz baja para
no revelar su presencia, la mujer dijo:
-Si tuviéramos dos arcos,
podríamos tirarles flechas y matar a los dos de una vez mientras duermen. Vamos
a casa, donde tú puedes hacer un arco.
Al marido le pareció
buena la idea de su mujer, y volvieron a casa. De vuelta a su refugio, el
marido hizo un arco a su mujer, así como muchas flechas para ella y para él.
Hizo las puntas de las flechas de cuerno y las afiló. Para matar a los
hombres-lobos usarían flechas que nunca se habían usado para otra caza.
Volvieron al cubil de los
lobos y decidieron esperar hasta que estuvieran profundamente dormidos para
sorprenderlos. En ese momento el lobo y la loba estaban dando de comer al niño
algo que parecía grasa de caribú. Después de la comida, metieron al niño en la
cama en medio de los dos. Pronto se quedaron dormidos. No sospechaban nada.
Saliendo de sus escondrijos, los padres del niño echaron a volar las flechas y
los dos lobos murieron instantánea-mente. Pero la loba tenía al niño muy
apretado contra su cuerpo. La flecha que perforó su pecho mató al niño en el
mismo momento.
Fuente: Maurice Metayer
036. Anónimo (esquimal)
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