Había un viejo que tenía muchos
hijos y pasaba el tiempo en los molinos. Una tarde apareció un gigante y se
fue derecho al molino. Saludó al viejo y le preguntó si podía pasar la noche en
el molino. El viejo no tuvo inconveniente, pero lo que pensaba el gigante era
matar al viejo y quedarse con los molinos. Al día siguiente le dijo el viejo l
gigante:
-Bueno, ya has pasado la noche,
así que coge el camino y vete con Dios. Pero el gigante le replicó:
-El que sea más fuerte se quedará
aquí de amo. Y le contesta el viejo:
-Bien, si así lo quieres, yo no
tengo miedo.
Pues va el gigante y lo desafía a
una pelea, pero el viejo le dice: ¡pum!, eso no es nada para mí, no nos vamos a
pelear sino que cada uno cogerá una piedra y la aprieta con la mano hasta que
le saque el agua.
Le pareció bien al gigante, que
agarró una piedra, la apretó bien y la sacó triturada, pero ni una gota de agua
salió de la piedra. Entonces el viejo hizo como si cogiera
una piedra, pero lo que cogió fue un pedazo de requesón y lo aplastó en la mano
hasta que escurrió el agua. El gigante se extrañó de aquello y le dijo:
-Pues si eres tan fuerte, vente
conmigo a la cueva. Allí hay otros ocho gigantes y todos son más fuertes que
yo, así que me persiguen por todas partes y a todos he de servir porque soy el
más joven. Si vienes a la cueva, tú serás el jefe y yo seré el primero después
de ti y los demás tendrán que obedecernos a nosotros dos. Tú, como jefe,
tendrás todo lo que se te antoje y de todo podrás hartarte; sólo tendrás que
ordenar lo que quieras y los gigantes te obedecerán porque eres su jefe.
El viejo convino en ir a la cueva
con los gigantes, así que dejaron el molino. En el camino encontraron un cerezo
fértil, en cuanto que el gigante lo vio se encaramó a él y llamó al viejo para
que subiera, a lo que le dijo el viejo que él no podía subir y pidió al gigante
que le inclinara una rama para sentarse y descansar. Obedeció el gigante y le
acercó la rama, conque se sentó en ella el viejo, pero en cuanto que el gigante
soltó la rama ésta dio un chasquido y mi viejo salió disparado por encima del
cerezo y fue a caer en un arbusto en el que había una liebre y.con el susto
también aplastó a la liebre. Al gigante le entró la risa y le preguntó al viejo
qué es lo que había pasado; va éste y le contesta que desde el cerezo había
divisado a la liebre en el arbusto y que había saltado por encima del cerezo
con la intención de coger la liebre para la cena. El gigante se extrañó aún más
con tal proeza y se asustó.
Conque siguieron adelante y
llegaron a la cueva. Allí encontró a los otro ocho gigantes y trabó
conocimiento con ellos. El gigante les contó lo que había pasado y todos
estuvieron de acuerdo en que el viejo fuera el jefe y en que le obedecerían
porque era el de más edad. Pero cuando el viejo empezó a mandar y a pedir lo
que tenían y lo que no tenían, los gigantes se hartaron y
empezaron a buscar el modo de deshacerse de él. Primero pusieron a prueba su
fuerza para ver si era tanta como el gigante había dicho. Salieron a un prado y
se pusieron a lanzar piedras con los hombros. Los gigantes agarraban unas piedras
enormes y las lanzaban como si fueran huevos. Cuando le tocó al viejo, miró una
piedra y se acercó a ella. Entonces se arremangó y se puso a mirar hacia la
cima de las montañas. Los gigantes le preguntaron qué es lo que miraba y va él
y dice:
-Estoy mirando por encima de qué
monte voy a echar esta piedrecita.
Al oír eso, los gigantes se
miraron extrañados y le dijeron que no lanzara la piedra ya que en los
alrededores no había ninguna semejante y les daba pena quedarse sin ella. El
viejo les dijo que o lo hacía así o no la lanzaba de ninguna manera. Los
gigantes estuvieron de acuerdo en que no la lanzara y reconocieron que tenía
más fuerza que ellos. Otra vez fueron todos por agua. Los gigantes se llevaron
pellejos de búfalo y el viejo una azada. Los gigantes llenaron los odres de
agua y el viejo se puso a cavar alrededor del manantial. Se sorprendieron los
gigantes y le preguntaron qué era lo que quería. Él les contestó:
-¿Por qué hemos de venir por agua
pudiendo llevarnos todo el manantial y bebérnoslo así en unos cuantos días?
Cuando oyeron esto los gigantes,
por miedo de quedarse sin manantial, le dijeron que abandonara aquella
descabellada idea. Él les dijo:
-Pues si no lo hago así, no lo
haré de ninguna manera.
Los gigantes reconocieron que era
más fuerte que ellos y lo dejaron en paz. A la mañana siguiente se fueron por
leña. Cada gigante arrancó un haya, se la echó al hombro y se encaminó a la
cueva, pero el viejo se había llevado una carga de cuerdas y se puso a atar los
árboles como si quisiera llevarse el
bosque entero. Los gigantes le preguntaron qué es lo que hacía y él les dijo:
-¿Por qué hemos de venir todos
los días por leña pudiendo llevarnos el bosque entero y quemarlo en diez días?
Se asustaron los gigantes y
empezaron a disuadirlo, entonces él les dijo:
-Pues si no lo hago así, no lo
haré de ninguna manera.
Los gigantes reconocieron su
fuerza y lo libraron de la faena con tal de que no se llevara el bosque.
Cuando vieron los gigantes que no
podían con él, empezaron a cavilar cómo se desharían de él para siempre. Todas
las noches el viejo era el primero en acostarse, pero como tardaba mucho en
dormirse, se quedaba callado bajo la manta. Una noche que los gigantes se estaban
poniendo de acuerdo para aporrearlo con barras y mazos aquella misma noche
mientras dormía, él los oyó bajo la manta. Uno dijo que era mejor dejarlo para
más tarde, cuando por la noche se despertaran. En cuanto que se durmieron los
gigantes, se levantó el viejo, metió la albarda bajo la manta, la tapó y él se
escondió en el desván. Cuando los gigantes se despertaron, agarraron los mazos
y las barras y cada uno aporreó unas cuantas veces la manta. La albarda la dejaron
hecha serrín y ellos disfrutaban por haberle molido los huesos; pensaron
tirarlo al día siguiente. Una vez dormidos los gigantes, salió el viejo del
desván, apartó la quebrantada albarda y se acostó en el mismo sitio. Por la
mañana, fue el primero en levantarse y a los gigantes, según se iban
despertando, se les salían los ojos de las órbitas al ver al viejo. Por fin se
decidieron a preguntarle cómo había pasado la noche y si había notado algo. Él
les dijo:
-He dormido bien, sólo que me
picaban las pulgas.
Vieron los gigantes que no podían
nada contra él, conque la segunda noche acordaron echarle por encima agua
hirviendo. Pero el viejo otra vez hizo lo que la primera noche
y, cuando los gigantes se durmieron, apartó la albarda y se acostó él en su
lugar. Al día siguiente también fue el primero en levantarse. Los gigantes no
podían salir de su asombro cuando vieron que estaba vivo así que le preguntaron
cómo había dormido. El viejo les dijo que había dormido bien, sólo que había
sentido una lluvia tibia, como si hubiera alguna gotera.
Entonces todos estuvieron de
acuerdo en separarse del viejo y se lo dijeron a él. A él le pareció bien,
pidió una carga de tesoro y un gigante que los llevara a él y al tesoro hasta
su molino. Los gigantes le dieron el que era más fuerte. El viejo se cargó el
tesoro, se montó sobre el gigante, ¡y vámonos a casa! Cuando llegaron a casa,
tan fatigado y sudoroso estaba el gigante que al abrir la puerta del molino
resopló con todas sus fuerzas de tal modo que los hij(3s del molinero salieron
disparados por todas partes, uno a la viga del techo, otro salió por un
ventanuco, pero ni uno quedó en el molino. Al ver esto el gigante, se asustó
aún más, conque soltó al viejo y al tesoro y echó a correr como un rayo hacia
donde estaban los gigantes. Al llegar junto a los otros les contó el prodigio
nunca visto:
-Mirad -dijo-, lo fuerte que es
él, pues más fuertes son sus hijos. Nada más verme, unos se subieron a una viga
para derribar la casa sobre mí, otros salieron por la ventana para no dejarme
escapar, que de milagro he salido vivo de allí
090. Anónimo (balcanes)
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