Un
joven entró al servicio de un molinero. El molinero lo mandó echar grano en la
tolva, pero el operario, que no entendía de molinos, echó el trigo sobre la
muela y cuando ésta empezó a girar, todo el grano quedó esparcido por tierra.
Cuando el amo llegó al molino y vio aquello, despidió al jornalero. El pobre
joven se volvió a casa, pensando por el camino: "Poco tiempo he trabajado
para el molinero". Tan preocupado estaba, que tomó un camino por otro y se
perdió entre unas malezas, hasta que un río le privó el paso. Y junto al río
había un molino abandonado, donde resolvió pasar la noche.
Ya
eran cerca de las doce y aun no había podido conciliar el sueño. Le asustaban
todos los ruidos que llegaban a su oído, pero mucho más hubo de asustarle un
ruido de pasos que se acercaban al abandonado molino. El pobre trabajador se
levantó más muerto que vivo y se escondió en la tolva. Tres hombres entraron al
molino y, a juzgar por su aspecto, no eran gente honrada sino ladrones.
Encendieron fuego y procedieron a repartirse el botín. Y uno de los ladrones
dijo a los otros:
-Esconderé
mi parte bajo el molino.
Y
el segundo dijo:
-Esconderé
la mía bajo la muela.
Y
el tercero dijo:
-Yo
esconderé mi parte en la tolva.
Pero
el jornalero estaba acurrucado en la tolva y pensó: "Nadie puede morir dos
veces, pero todos hemos de morir una vez. No sé si podré asustarlos. Lo
probaré". Y se puso a gritar con toda la fuerza de sus pulmones:
-¡Dionisio,
ven aquí; y tú, Focas, vigila la ventana, y tú, pequeño, no te muevas de ahí!
¡Cogedlos, que nadie se escape; nada de piedad con ellos!
Los
ladrones, presa del pánico, abandonaron el botín y huyeron como alma que lleva
el diablo. El jornalero salió de la tolva, cogió todo el botín y se volvió a casa
más que rico.
062. Anónimo (rusia)
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