Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

martes, 5 de junio de 2012

Kajortoq, la zorra roja


Un día de verano, Kajortoq, la zorra roja, dejó su camada de cachorros en la madriguera y salió a buscar algo que comer. En una vasta llanura encontró a Aklaq, el oso pardo, y dijo:
-Primo, ¡cuánto tiempo hace que no te veo! ¿Qué es de ti?
-Tengo hambre -respondió Aklaq.
-Yo también. De veras -dijo Kajortoq-. Vamos a cazar juntos. Tú vas por este camino y yo por aquél.
-Por este camino no hay más que perdices blancas -se quejó Aklaq-, y me tienen miedo. Cada vez que me acerco, salen volando.
-Para mí es fácil cogerlas -observó la zorra-. Pero -añadió-, yo tengo miedo a los hombres.
-Yo no tengo miedo a los hombres -dijo Aklaq-, pero soy incapaz de cazar perdices, blancas.
-En ese caso -declaró Kajortoq-, espérame aquí; voy a cogerte algunas perdices. No tardaré mucho.
Aklaq esperó y Kajortoq pronto volvió con unas cuantas perdices. El oso pardo estaba contentísimo y dio las gracias a su compañera una y otra vez. Tenía mucha hambre y se comió las perdices en seguida. Cuando hubo terminado, dijo:
-Has sido muy amable en traerme algunas perdices. A cambio, yo ahora te traeré un hombre. Espérame aquí.
Kajortoq esperó, pero el oso tardó mucho en volver, y cuando llegó, no llevaba ningún hombre. En lugar de eso, se tambaleaba al andar; perdía sangre, y el suelo estaba rojo detrás de él. Un hombre le había disparado una flecha y le había herido en un costado. La flecha se había roto y la punta quedó hincada en la carne.
Kajortoq se compadeció:
-Primo, lo siento por ti. Déjame que te cuide.
Kajortoq construyó un hogar de piedra, encendió una hoguera y calentó algunas piedras.
-Tiéndete aquí -le dijo al oso-. Estira las piernas, y no te muevas aunque te haga daño. Si te sacudes, morirás, porque no podré sacar la flecha.
El oso se tendió en el suelo. La zorra cogió de la hoguera una piedra al rojo y la aplicó a la herida apretando cada vez más contra ella. Aklaq gemía y aullaba de dolor, pero pronto cesaron los aullidos. Estaba muerto.
Kajortoq se alzó sobre sus patas traseras y bailó encima del oso riéndose en voz alta:
-De esto puedo estar orgullosa. Nadie más que yo ha podido hacerlo. Tengo comida suficiente para mucho tiempo.
La zorra no volvió a su cubil, sino que permaneció aquí todo el verano comiendo la carne del oso.
Cuando llegó el invierno se había quedado sin provisiones. Ya se había comido todo el oso; no quedaban más que los huesos. Los amontonó y los quemó debajo de unas piedras.
Un rato después vio a Amaroq, el lobo, que avanzaba hacia ella, y fue a su encuentro.
-¿Cómo estás, primo?
-No demasiado bien -respondió Amaroq, tengo mucha hambre.
-Ten confianza en mi -dijo Kajortoq-. Te enseñaré lo que tienes que hacer para conseguir alguna comida. ¿Ves ese río frente a nosotros?
Señaló un río cercano cubierto con una delgada capa de hielo. En algunos sitios podía verse el agua por los agujeros del hielo.
-Vete allí -sugirió Kajortoq-. Intenta coger algunas truchas. Voy a hacerte un anzuelo. Todo cuanto tienes que hacer es sentarte junto al agujero, atar el anzuelo a la cola y dejarla bajar al fondo. Quédate sentado y no te muevas hasta que se ponga el sol. Entonces tiras del anzuelo. Habrá una trucha atrapada en él. Créame, así es como yo pesqué las mías.
El lobo se sentó junto al agujero sin moverse. Mientras tanto, la zorra roja echó a andar por la orilla diciendo que iba a buscar algo que comer. Pero, en lugar de eso, se escondió detrás de una peque-ña colina a observar al lobo, pero con cuidado de que él no la viera. Amaroq se quedó todo el día donde estaba, esperando confiado los resultados de la pesca. Pero cuando el sol llegó al oeste se dio cuenta de que no había cogido nada. Indignado, gruñó:
-Kajortoq me mintió. ¡Voy a perseguirla y a comérmela!
Intentó levantarse, pero su cola estaba atascada en el hielo. Tiró de ella una y otra vez, hasta que, de repente, salió; la cola se había partido. Espumajeando de ira y sangrando profusamente, el lobo rastreó la llanura tras las huellas de Kajortoq. Pero la zorra se había escondido en su cubil.
El lobo no tardó en descubrir su madriguera y se puso a gritar:
-¡Sal de tu agujero para que te pueda comer!
-¿Qué dices? -respondió Kajortoq sacando la cabeza de su cubil para mirar. Al hacerlo, con un ojo cerrado, ladeó la cabeza-. Nunca te había visto. ¿Qué quieres?
-Hoy me has engañado y me he quedado sin cola. ¡Ahora voy a comerte!
-Yo no sé nada de eso -replicó Kajortoq saliendo de su agujero-. ¿Has preguntado a esa zorra roja de allí? Debe haber sido ella. He oído pasar a alguien por mi puerta hace un ratito.
El lobo se marchó impaciente para ir tras la otra zorra roja. Kajortoq vio cómo se iba y siguió mirando hasta que el lobo sucumbió a su herida. A la mañana siguiente, después de haber perdido toda la sangre, Amaroq estaba muerto. Kajortoq se alzó sobre sus patas traseras y empezó a bailar dando vueltas alrededor de él.
-Puedo alardear de esto. Nadie más que yo pudo hacerlo.
Vivió del lobo todo el invierno. Cuando hubo comido toda la carne, apiló los huesos y se fue a otra parte en busca de comida.
Un día vio yendo hacia ella una osa parda que parecía más grande y más aterrorizante que cualquier otro oso que Kajortoq hubiera visto. La osa se dirigió a la zorra de mal humor.
-¿Conocías a mi hijo? Se marchó la primavera pasada a cazar, pero no volvió. He encontrado sus huesos cerca de esta colina.
-Yo no sé nada de eso -respondió Kajortoq-. No le he visto. Voy a ir contigo y así podrás enseñarme dónde están sus huesos.
Se marcharon juntas. La zorra reconoció el sitio donde había matado a Aklaq. Al ver que la osa lloraba, aparentó estar muy triste.
-Las lágrimas no te van a servir de nada -dijo a la osa madre-. Creo que sé quién mató a tu hijo. Espérame aquí un rato.
Kajortoq subió a la cima de la colina. Desde esta posición privile-giada miró en todas direcciones y vio otro oso pardo. Volvió rápida-mente junto a la osa y dijo:
-El que mató a tu hijo está allí al otro lado. Vete a atacarle. Es grande y fuerte, pero yo te ayudaré.
Mientras los osos luchaban, Kajortoq saltaba alrededor aparentan-do ayudar. En realidad, no hacía más que salpicarse de sangre el pelo. Final-mente, la osa mató al otro oso. Se volvió hacia la zorra y le dijo agradecida:
-Me has ayudado. Gracias. Llévate toda la carne. Yo estoy can-sada y herida y no quiero nada.
La osa se puso en camino hacia su madriguera, pero murió a causa de sus heridas antes de perderse de vista. Kajortoq volvió a bailar de alegría. Estaba contenta; los dos osos le proporcionarían carne suficiente para mucho tiempo.

Fuente: Maurice Metayer

036. Anónimo (esquimal)

No hay comentarios:

Publicar un comentario