Una
vez vivía un matrimonio campesino que tenía un hijo, y éste, aunque buen chico,
era tonto de capirote e inútil para los trabajos del campo.
-Marido
mío -dijo un día la mujer,- no haremos nada bueno con este hijo y se nos comerá
casa y hacienda; mándalo a paseo, que se gane la vida y se abra camino en el
mundo.
Lo
sacaron, pues, de casa, y le dieron un rocín, una cabaña destartalada del
bosque y un gallo con cinco gallinas. Y el pequeño Kuzma vivía solo, completamente
solo en medio del bosque.
La
raposa olió las aves de corral que le ponían casi bajo las narices en el bosque
y resolvió hacer una visita a la cabaña de Kuzma. Un día el pequeño Kuzma salió
a cazar y apenas se había alejado de la cabaña, la raposa que estaba vigilando
la ocasión, entró, mató una de las gallinas, la asó y se la comió. Al volver el
pequeño Kuzma quedó desagradablemente sorprendido al ver que faltaba una
gallina, y pensó: "Se la habrá llevado un buitre". Al día siguiente
volvió a salir de caza, encontró por el camino a la raposa y ésta le preguntó:
-¿Adónde
se va, pequeño Kuzma?
-¡Voy
a ver que cazo, raposita!
-¡Buena
suerte!
E
inmediatamente se deslizó hasta la cabaña, mató otra gallina, la coció y se la
comió. El pequeño Kuzma volvió a casa, contó las gallinas y vio que faltaba
otra. Y se le ocurrió pensar: "¿No será la raposilla la que está probando
mis gallinas?" Y al tercer día dejó bien cerradas la ventana y la puerta y
salió como de costumbre. Se tropezó con la raposa, la cual le dijo:
-¡Hola,
pequeño Kuzma! ¿Dónde vamos?
-¡A
cazar, raposita!
-¡Buena
suerte!
Y
corrió a la cabaña de Kuzma, pero éste se volvió tras ella. La reposa dio la
vuelta a la casita y vio que la puerta y la ventana estaban, tan bien cerradas
que no le era posible entrar. Entonces se encaramó hasta el tejado y entró
dejándose caer por la chimenea. Entonces entró Kuzma y cogió a la raposa.
-¡Ah,
ah! ¿Conque me honran los ladrones con sus visitas? Espera un poco, señorita,
que no saldrás viva de mis manos.
Entonces
la raposita empezó a rogar a Kuzma:
-No
me mates y te daré una novia muy rica en matrimonio. ¡Pero habrás de asarme
otra gallinita, la más gorda, con unos chorritos del mejor aceite!
El
pequeño Kuzma reflexionó y luego mató una gallina para la raposita.
-¡Toma,
raposita, come y que te aproveche!
La
raposa comió, se lamió el hocico y dijo:
-Detrás
de este bosque se hallan los dominios del grande y terrible Zar Ogon (Fuego),
su esposa es la Zarina
Molnya (Relámpago), y tienen una hija, una bellísima Zarevna;
con ella te casaré.
-¿Quién
va a querer a un pobre diablo como yo?
-Calla,
eso no es cosa tuya.
La
raposita fue a ver al Zar Ogon y la Zarina Molnya. Corrió sin parar hasta el palacio,
entró, hizo una profunda reverencia y dijo:
-¡Salud,
poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya!
-¡Salud,
raposa! ¿Qué nuevas te traen por aquí?
-Vengo
como agente de matrimonio. Vosotros tenéis la novia y yo tengo el novio, Kuzma
Skorobogati.
-¿Dónde
está sepultado, que no viene él mismo?
-No
puede abandonar su principado. Gobierna a los animales salvajes y se complace
en vivir con ellos.
-¿Y
esa es la clase de novio que nos ofreces? Bueno, dile que nos mande cuarenta
cuarentenas de lobos grises y lo aceptaremos como novio.
Entonces
la raposita bajó corriendo a las praderas que se extienden por la falda del
bosque y empezó a revolcarse por la hierba. Un lobo se le acercó corriendo y le
dijo:
-Adivino
que acabas de darte un gran atracón en alguna parte; de lo contrario no te
revolcarías así.
-Ojalá
no hubiera comido tanto. Me siento demasiado llena. He estado en un banquete
con el Zar y la Zarina.
¿Quieres decir que no te han invitado a ti? ¡Imposible! Todos los animales
salvajes estaban allí, y en cuanto a las martas y los armiños, eran
incontables. ¡Los osos aun estaban sentados cuando me marché y comían como si
tal cosa!
El
lobo empezó a rogar a la raposa humildemente:
-Raposita,
¿podrías llevarme al banquete del Zar?
-¿Por
qué no? Escucha. Cuídate tú mismo de reunir para mañana a cuarenta cuarentenas
de tus hermanos, los lobos grises, y yo os acompañaré a todos hasta allí.
Al
día siguiente, los lobos se reunieron y la raposa los condujo al palacio de
piedra blanca del Zar, los puso en filas, y anunció:
-Poderoso
Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os envía un presente.
Aquí tenéis toda una manada de lobos grises que vienen a rendiros homenaje, y
su número es de cuarenta cuarentenas.
El
Zar hizo pasar a todos los lobos a un encierro y dijo a la raposa:
-Si
mi futuro yerno ha podido mandarme lobos como presente, que me traiga ahora
otros tantos osos.
La
raposa corrió al lado del pequeño Kuzma y le pidió que le asase otra gallina,
la devoró en un instante y salió corriendo hacia las praderas del Zar. Junto al
bosque empezó a revolcarse y no tardó en salir de la espesura un hirsuto oso,
que, viendo a la raposa, se le acercó diciendo:
-¡Hola,
comadre! Bien se ve que te has hartado, de otra manera no te revolcarías tan
contenta.
-¡No
lo sabes tú bien! Figúrate que vengo del banquete del Zar; había allí un sinfín
de bestias y las martas y los armiños eran innumerables. Allí he dejado
comiendo a los lobos, y que tienen una comida que hay para lamerse los dedos.
El
oso empezó a rogar a la raposa que lo dejase ir allí:
-Raposita,
¿podrías llevarme al banquete del Zar?
-Con
mucho gusto. Escucha. Reúne para mañana cuarenta cuarentenas de osos negros, y
entonces os llevaré de mil amores; porque, de ti solo, el Zar no haría caso.
El
oso recorrió todos los bosques pregonando la noticia y pronto pudo reunir el
número de osos que la raposa exigía, y ésta los condujo al palacio de piedra
blanca del Zar, los puso en filas y anunció:
-Poderoso
Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os envía un presente de
cuarenta cuarentenas de osos negros.
El
Zar hizo pasar también a los osos al encierro y dijo a la raposa:
-Si
mi futuro yerno puede mandarme tantos lobos y osos como presente, que me mande
otras tantas martas y garduñas.
La
raposa se apresuró a volver a lado de Kuzma, le mandó asar la última gallina y
el gallo por añadidura, y cuando se los hubo comido en su honor, corrió a
revolcarse por la hierba en las praderas del Zar. Una marta y una garduña
acertaron a pasar por allí y preguntaron:
-¿Dónde
has comido tan opíparamente, señora Raposa?
-¿Cómo?
¿Vosotros vivís en el bosque y no sabéis que me veo honrada con la amistad del
Zar? Hoy mismo le he llevado al banquete a los lobos y a los osos, y los muy
tragones no saben cómo separarse de aquellos manjares tan exquisitos como en su
vida habían probado.
Entonces
la garduña y la marta empezaron también a suplicarle:
-¡Queridita
comadre! ¿Por qué no nos presentas también al Zar? Nos contentaremos con mirar
mientras los otros comen.
-Si
queréis reunir cuarenta cuarentenas de garduñas y de martas, os prepararan un
banquete para todas. Pero a un par sólo de vosotras os negarían la entrada en
la corte.
Al
día siguiente, las garduñas y las martas estaban reunidas sin faltar una, y la
raposa las condujo a presencia del Zar Ogon; le ofreció los respetos en nombre
de su futuro yerno y le hizo el presente de las cuarenta cuarentenas de
garduñas y de martas. El Zar aceptó el obsequio y dijo:
-¡Gracias!
Di a mi futuro yerno que venga en persona; deseamos verle y ya es hora de que
conozca a su prometida.
Al
día siguiente, la raposita se presentó de nuevo en la corte, y el Zar le
preguntó:
-Y
bien ¿dónde está nuestro futuro yerno?
A
lo que contestó la raposa:
-Me
ha ordenado que os presente sus respetos y que os diga que hoy le será
imposible de todo punto venir.
-¿Cómo
así?
-Está
abrumado de trabajo, recogiendo todas sus cosas para venir, y ahora mismo acabo
de dejarlo contando su tesoro. Precisamente os ruega que le prestéis un almud,
porque ha de contar sus monedas de plata; sus almudes los tiene llenos de oro.
El
Zar entregó a la raposa el almud sin comentario, pero dijo para sus adentros:
"¡Magnífico, raposa! ¡Eso es caernos en suerte un buen yerno! ¡No todos
pueden contar en almudes el oro y la plata, en estos tiempos que
corremos!"
Al
día siguiente, la raposa se presentó de nuevo en la corte y devolvió al Zar su
almud (en cuyos ángulos había tenido la precaución de pegar unas moneditas de
plata), y dijo:
-Vuestro
futuro yerno, Kuzma Skorobogati, me ordena que os presente sus respetos y os
diga que hoy estará entre vosotros con todas sus riquezas.
El
Zar estaba encantado y ordenó que lo preparasen todo para la recepción de tan
estimable huésped. Pero la raposa corrió a la cabaña de Kuzma, donde hacía dos
días que el desgraciado estaba echado sobre la estufa, muerto de hambre y
esperando. La raposa le dijo:
-¿Por
qué estás tan abatido? ¿No sabes que ya tengo para tu novia a la hija del Zar
Ogon y de la Zarina
Molnya ? ¡Vamos a verlos en calidad de huéspedes y a celebrar
la boda!
-Pero,
raposa, ¿estás en tu sano juicio? ¿Cómo he de ir si no tengo ropa que ponerme?
-Haz
lo que te digo. ¡Ensilla tu rocín y no te preocupes de nada!
Kuzma
sacó el rocín del cobertizo, le echó encima una manta vieja, le puso las
riendas, lo montó y siguió a la raposa a trote ligero. Ya llegaban cerca del
castillo, cuando encontraron un puente que cruzaba un río.
-¡Baja
del caballo! -dijo la raposa a Kuzma. ¡Sierra los pilares de este puente!
El
pequeño Kuzma se puso a serrar con todas sus fuerzas los pilares, hasta que el
puente se vino abajo con un crujido.
-¡Ahora
desnúdate, arroja el caballo y todas tus prendas al agua y revuélcate por la
arena hasta que yo vuelva!
Dicho
esto, la raposa echó a correr hacia el castillo donde esperaban el Zar y la Zarina , y se puso a gritar
desde lejos:
-¡Eh,
padrecito! ¡Qué desgracia! ¡Socorro, socorro!
-¿Qué
sucede, raposita? -Preguntó el Zar.
-Que
los puentes de vuestros dominios no son bastante fuertes. ¡Vuestro futuro yerno
venía con todas sus riquezas y ese dichoso puente se hundió bajo el peso y toda
la riqueza y toda la gente se ha ido al agua, y mi mismo amo yace junto al
puente más muerto que vivo!
El
Zar promovió un gran alboroto y chilló a los criados gritando:
-¡Daos
prisa, daos prisa, no perdáis tiempo; tomad de mi guardarropa lo necesario para
Kuzma Skorobogati y preservadlo de todo mal!
Los
criados del Zar corrieron cuanto les permitieron las piernas hacia el puente y
vieron a Kuzma todo envuelto en arena. Lo levantaron, lo lavaron bien, lo
vistieron con las ropas reales, le rizaron los cabellos, y lo condujeron con el
mayor respeto a palacio. El Zar, lleno de gozo al ver a su futuro yerno libre
de tan gran peligro, mandó tocar todas las campanas y disparar todos los
cañones, y quiso que se celebrase la boda enseguida. Coronaron a Kuzma como
esposo de la Zarevna ,
y vivió en compañía de su suegro, cantando canciones todo el día. La raposa
recibió los más altos honores de la corte y cuando la vida cortesana dejó de
aburrirla, ya no sintió deseos de volver a los bosques.
062. Anónimo (rusia)
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