Erase un zar que tenía tres hijas
y siempre las tenía escondidas, así que nunca salían. Cuando estuvieron en edad
de tomar marido, por primera vez las dejó su padre ir al baile. Pero en cuanto
que entraron en el corro, sopló un torbellino y se las llevó a las tres.
Se asustó el zar al ver que habían desaparecido y a toda prisa mandó a los
criados a buscarlas por todas partes, mas cuando volvieron los criados diciendo
que no las habían podido encontrar, enfermó el zar y se murió de pena.
A la zarina la dejó embarazada y,
cuando le llegó el tiempo, dio a luz a un niño al que llamó Póstumo. Al crecer,
Póstumo se convirtió en un muchacho tan valeroso como había pocos. Al cumplir
los dieciocho años, le preguntó a su madre:
-En nombre de Dios, madre, ¿cómo
es que no tuviste más hijos antes de que naciera yo?
Ella suspiró y se echó a llorar,
pero no se atrevió a decirle que tenía tres hijas y que habían desaparecido,
temiendo que Póstumo se marchara al mundo a buscarlas y entonces lo perdería a
él también. Él, al ver llorar a su madre, porfió aún más y le hizo contestar
bajo juramento. Entonces la madre se lo
contó todo, que tenía tres hijas como tres rosas, que habían desaparecido y que
en vano las buscaron por todas partes. Póstumo, una vez enterado de todo, le
dijo a su madre:
-No llores, madre. Me voy a
buscarlas.
La madre, al oír esto, se
golpeaba el pecho: «¡Ay, pobre de mí! ¡Y que tenga que quedarse la madre
también sin hijo!» y empezó a disuadirlo y a suplicarle que no se fuera, le
decía que todo había sucedido hacía muchísimo tiempo y tal vez ni siquiera
estuviesen vivas. Pero él no se dejó convencer sino que le preguntó:
-Dime, si mi padre era zar,
¿dónde están las armas que ceñía y dónde el caballo que montaba?
Entonces la madre, viendo que
Póstumo no cedería, le dijo que su padre, al ocurrirle tan gran desgracia, dejó
el caballo en la caballeriza y tiró sus armas en el desván. Póstumo en seguida
encontró en el desván las armas, todas polvorientas y aherrumbradas, pero las
limpió tan bien y les sacó tanto brillo que parecían recién forjadas; luego
fue a la caballeriza y encontró el caballo de su padre, lo condujo a casa, y en
el sótano empezó a alimentarlo y a almohazarlo, así que al mes parecía que iba
a echar a volar, aunque antes ya era alado y fuerte como un dragón. Cuando se
preparaba para marchar, le dijo Póstumo a su madre:
-Madre, ¿tienes alguna prenda de
mis hermanas que pueda llevarme para que me reconozcan si es que las
encuentro?
Su madre contestó entre lágrimas:
-Corazón mío, tengo tres pañuelos
que ellas bordaron con sus propias manos -los sacó y se los dio.
Entonces besó la mano de su
madre, montó a caballo y se fue al mundo a buscar a sus hermanas. Anda que te
anda por el mundo, llegó una vez a las cercanías de una gran ciudad. Poco antes
de la ciudad había una fuente a la que todos iban por agua. Póstumo, al llegar
a la fuente, bebió agua, se tumbó a la sombra para
descansar y se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que no le
picaran las moscas. En eso llegó una señora a por agua y vio a Póstumo tumbado
al fresco. Apenas vio el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua sin
quitarle la vista de encima y cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin
moverse de allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstumo se dio cuenta y
le preguntó:
-¿Por qué me miras así, mi
señora? ¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces
algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo
porque lo bordé con mis manos.
Entonces se alzó Póstumo y le
preguntó de dónde era y de qué linaje, y ella le dijo que era hija del zar de
tal y tal ciudad, que eran tres hermanas y que a las tres se las llevó un
torbellino.
Póstumo, al oírlo, en seguida se
presentó:
-Yo soy tu hermano. ¿No te
acuerdas de que nuestra madre estaba embarazada cuando os arrastró el
torbellino?
Ella se acordó al instante y
abrazándolo se echó a llorar:
-Mi querido hermano, las tres
estamos en manos de los dragones, ellos nos llevaron y nos tienen en sus
palacios.
Se cogieron de la mano y se
fueron al palacio del dragón. En el palacio la hermana atendió y agasajó al
hermano y cuando iba a anochecer le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón
del fuego enfurecido y arrojando llamas por la boca, quiero protegerte para
que esa fuerza no te queme, venga, escóndete.
Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo
que come él?
Entonces su hermana lo llevó a
otro aposento, y hete allí un buey asado, una hornada entera de panes y una
arroba de vino. “Esto es lo que él come», le dijo su hermana y Póstumo, en
cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó de un
salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le
dijo su hermana:
-Ahora el dragón lanzará su maza
delante de casa para que sepamos que vuelve.
No bien lo hubo dicho, cuando la
maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer
en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanto ímpetu por encima del
dragóñ que llegó a otro pueblo. Al ver eso el dragón se extrañó: «¡Qué fuerza
arremete desde mi palacio!». Volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando llegó
frente al palacio salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en el palacio?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces dijo el dragón enfadado:
-¡Bah!, no ha venido para verte
sino para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta
conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto
que lo vio, se precipitó contra él y Póstumo lo esperó, se agarraron y
pelearon cuerpo a cuerpo. Una vez Póstumo derribó al dragón y sujetándolo le
dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis
rodillas como tú me tienes a mí, sí sabría qué hacer.
Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y
lo soltó.
Entonces el dragón lo tomó de la
mano, lo llevó al palacio y dio una fiesta que duró una semana. Terminada la
fiesta, preguntó Póstumo al dragón por los otros dos cuñados, los dragones del
fuego, y el dragón le explicó adónde tenía que ir para encontrar la ciudad en
la que estaba el palacio del segundo dragón y le dijo que allí se enteraría de
cómo encontrar al tercero. Luego se preparó Póstumo para el camino, se
despidió de su hermana y de su cuñado y se marchó en busca del otro dragón.
Viajando viajando llegó a las
proximidades de una ciudad y frente a la ciudad encontró una fuente a la que
todos iban por agua. Póstumo bebió agua, se echó a la sombra para descansar y
se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que no le picaran las
moscas. Pasó un rato y hete aquí a una señora que viene por agua. En cuanto
vio a Póstumo con el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua sin quitarle
la vista de encima y cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin moverse de
allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstumo se dio cuenta y le preguntó:
-¿Por qué miras así, mi señora?
¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo
porque lo bordé con mis manos.
Entonces se levantó Póstumo y en
seguida le descubrió que era su hermano, y le contó que había estado con su
otra hermana. Ella, al saber que era su hermano, abrazándolo se echó a llorar.
Luego se cogieron de la mano y se fueron al palacio del dragón. En el palacio
la hermana atendió y agasajó al hermano y cuando iba a anochecer, le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón
del fuego enfurecido y arrojando llamas por la boca, quiero protegerte para
que no te quemes con esa fuerza, venga, escóndete. Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo
que come él?
Entonces su hermana lo llevó a
otro aposento, y hete allí dos bueyes asados, dos hornadas enteras de panes y
dos arrobas de vino. «Esto es lo que él come», le dijo la hermana a Póstumo, y
él, en cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó de
un salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le
dijo su hermana:
-Ahora desde otro pueblo vendrá a
caer delante de la casa una maza para que sepamos que vuelve el dragón.
No bien lo hubo dicho, cuando la
maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer
en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanta fuerza que llegó tres
pueblos más allá. El dragón, al ver eso, se extrañó: ‹<¡Qué fuerza arremete
desde mi palacio!». Volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando llegó frente a
la casa, salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en casa?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces le dijo el dragón enfadado:
-No ha venido para verte sino
para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta
conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto
que lo vio, se precipitó contra él y Póstumo lo esperó, conque se agarraron y
pelearon cuerpo a cuerpo. Al final Póstumo derribó al dragón y sujetándolo le
dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis
rodillas como me tienes tú, sí que sabría qué hacer contigo. Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y
lo soltó, luego el dragón lo tomó de la mano y se fue al palacio con él, allí
estuvieron de fiesta durante una semana.
Terminada la fiesta, preguntó
Póstumo al dragón por el tercer cuñado y el dragón le explicó adónde tenía que
ir para encontrar la ciudad en la que estaba el palacio del tercer dragón.
Luego se preparó Póstumo para el camino, se despidió de la hermana y del
cuñado y se marchó en busca del tercer dragón. Anda que te anda llegó de nuevo
a las proximidades de una ciudad y delante de la ciudad encontró una fuente a
la que todos iban por agua. Póstumo bebió agua de la fuente, se echó a la
sombra para descansar y se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que
no le picaran las moscas. Al poco, hete aquí a una señora que viene por agua.
En cuanto vio a Póstumo con el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua
sin quitarle la vista de encima y, cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin
moverse de allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstumo se dio cuenta,
conque le preguntó:
-¿Por qué miras así, mi señora?
¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo
porque lo bordé con mis manos.
Póstumo, al oír eso, se levantó y
en seguida le descubrió que era su hermano y le contó que había estado con las
otras dos hermanas. Ella, al saber que era su hermano, abrazándolo se echó a
llorar. Luego se cogieron de la mano y se fueron al palacio. En el palacio la
hermana atendió y agasajó al hermano; cuando iba a anochecer, le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón
del fuego enfurecido y arrojando llamas, quiero protegerte para que esa fuerza
no te queme, venga, escóndete.
Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo
que come él?
Entonces su hermana lo llevó a
otro aposento, y hete allí tres bueyes asados, tres hornadas enteras de panes
y tres arrobas de vino. «Esto es lo que él come», le dijo la hermana a Póstumo,
y él, en cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó
de un salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le
dijo su hermana:
-Ahora desde tres pueblos más
allá vendrá a caer delante de la casa una maza; ésa es la señal de que viene el
dragón.
No bien lo hubo dicho, cuando la
maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer
en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanta fuerza que llegó cuatro
pueblos más allá. El dragón, al ver eso, se extrañó: «¡Qué fuerza arremete
desde mi palacio!», conque se volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando
llegó frente a la casa, salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en el palacio?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces le dijo el dragón
enfadado:
-No ha venido para verte sino
para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta
conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto
que lo vio, se precipitó contra él y Póstumo lo esperó,
se agarraron y pelearon cuerpo a cuerpo. Una vez Póstumo derribó al dragón y
sujetándolo en el suelo le dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis
rodillas como tú me tienes a mí, sí sabría qué hacer.
Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y
lo soltó.
Entonces el dragón lo tomó de la
mano, lo llevó al palacio y allí se estuvieron de fiesta durante una semana.
Una vez que estaban paseando vio Póstumo en el patio una gran madriguera que
continuaba por debajo de la tierra, así que dijo:
-¿Qué es esto, cuñado? ¿Cómo
toleras tal desnivel en tu propio palacio? ¿Por qué no lo rellenas?
El dragón le respondió:
-¡Ay!, cuñado, me da vergüenza
decirte de qué se trata. Hay un zar de los dragones y a menudo estamos en
guerra con él, dentro de poco tendremos que pelear de nuevo; siempre que
combatimos él nos vence a los tres y el que se escapa por este agujero consigue
salvarse.
Entonces le dijo Póstumo:
-Venga, cuñado, vamos a pelear
con él ahora que estoy yo aquí y os puedo ayudar, y así lo aniquilaremos.
Replicó el dragón:
-Yo no me atrevo antes de que se
cumpla el plazo acordado.
Viendo Póstumo que ellos no se
atrevían a combatir, cogió y se fue solo a buscar al zar de los dragones. A
fuerza de preguntar logró encontrar el palacio, se acercó y vio que había una
liebre en el tejado. Preguntó a los cortesanos qué es lo que hacía una liebre
en lo alto de palacio. Los cortesanos le respondieron:
-Si hubiera alguien que quitase
de ahí la liebre, ella se mataría, se desollaría a sí misma, se cortaría en
pedazos, se pondría al fuego y ella sola se cocinaría; pero nadie se atreve a
hacerlo para no perder la cabeza.
Al oír eso Póstumo, salió volando
en su caballo y quitó la liebre; la liebre al instante se mató, se despellejó,
se puso al horno y se asó. Entonces salió Póstumo al mirador del dragón y se
tumbó a la sombra, los cortesanos, cuando vieron lo que había hecho, empezaron
a aconsejarle que huyese:
-Huye, valeroso muchacho, hacia
donde te guíen tus ojos antes de que venga el dragón, porque lo pasarás mal si
te encuentra aquí. Pero Póstumo les contestó:
-¿Qué se me da a mí de vuestro
dragón?, pues cuando venga que se harte de liebre.
Y al poco hete aquí al dragón.
Nada más llegar reparó en que no estaba la liebre y gritó a los cortesanos:
-¿Quién lo ha hecho?
Ellos se lo dijeron.
-Ha venido un joven intrépido que
quitó la liebre y helo allí arriba en el mirador.
Conque les dijo el dragón:
-Id y decidle que salga de mi
palacio, pues como vaya yo no le va a quedar ni un hueso sano.
Salieron al mirador los
cortesanos y le comunicaron lo que había dicho el dragón, pero Póstumo
vociferó:
-Id y decidle al dragón que si le
da pena la liebre que me desafíe.
Cuando se lo dijeron, el dragón
empezó a chillar y a arrojar llamas, luego salió volando hacia el mirador.
Póstumo lo estaba esperando y se enzarzaron en una pelea; ni podía el dragón
con Póstumo ni Póstumo con el dragón. Al final le
dijo Póstumo al dragón:
-¿Cuál es tu nombre?
Y el dragón le dice:
-Mi nombre es Benjamín.
Entonces Póstumo le dice:
-Y yo también soy el hijo menor
de mis padres -conque se soltaron, se hermanaron y se juraron vivir siempre en
fraternidad.
Después de algún tiempo le dice
Póstumo al dragón:
-¿Por qué esperas a aquellos
dragones que huyen por la madriguera? Vamos a combatirlos antes de que se
cumpla el plazo.
Accedió el zar de los dragones y
se fueron juntos a luchar contra los dragones. Cuando aquellos tres hermanos
dragones se enteraron de que Póstumo se había unido al zar de los dragones y
ahora ambos venían contra ellos, se asustaron, reunieron un enorme ejército y
les salieron al encuentro, pero aquéllos se enfrentaron a todo el ejército, lo
vencieron y lo dispersaron, sólo los tres dragones se escaparon por la
madriguera. Entonces estos dos fueron corriendo y llenaron de paja la
madriguera, luego le prendieron fuego y así acabaron con los tres dragones.
Cuando estuvieron listas las tres
hermanas, tomó Póstumo el tesoro de los tres dragones, cedió a su hermano el
dragón los palacios y tierras de aquéllos y con sus hermanas se puso en camino
hacia su reino adonde llegaron felices y su madre le cedió el reino, así que
gobernó durante muchos años.
090. Anónimo (balcanes)
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