Dos grupos de personas
vivían a un lado y otro de un río. De vez en cuando algunos de los hombres se
reunían para jugar a la pelota, los de un lado del río contra los del otro
lado.
Siempre ganaba el mismo
equipo, y tan pronto llegaban a casa en sus kayaks gritaban y reían de alegría.
En el campamento de los perdedores reinaba la tristeza y la frustración.
Un día, después de haber
sido derrotados en un partido más, un viejo del equipo perdedor tomó la pelota
usada en el juego y pronunció un conjuro. Estaba seguro de que los ganadores
del otro lado del río pronto volverían a jugar otro partido, de modo que
realizó un rito mágico que hiciera desaparecer la pelota.
En el partido que se jugó
a continuación, apenas los hombres habían empezado a jugar cuando desapareció
la pelota. Nadie sabía dónde encontrarla. Los visitantes volvieron a cruzar el
río, muy disgustados por haber perdido la pelota que les había traído tanta
suerte.
Los hombres que habían
hecho desaparecer la pelota usaron de nuevo su magia. Cuando en el campamento
de los vencedores todos estaban durmiendo, echaron una maldición a todos
aquellos que eran jugadores de pelota. A la mañana siguiente, cuando estos
hombres salieron de sus tiendas a ver qué tiempo hacía, cayeron inmediata-mente
al suelo. Estaban muertos.
La alegría cundió ahora
en el poblado de los perdedores, y sus hombres, al ir río abajo en busca de
focas, gritaban de júbilo. Habían ganado incluso sin usar la pelota.
Mientras tanto, en el
poblado a donde había llegado la muerte, uno de los supervivientes ideó un
medio de venganza. Tomó un somorgujo y lo desolló con mucho cuidado para no
estropear nada la piel. Luego lo rellenó con hierbas secas, lo sacó de casa y
allí lo colocó de pie. Mientras tanto, no paraba de mirar indignado a los que
habían matado a sus parientes y amigos.
Al observar su somorgujo
mágico un día después, el hombre notó que algo se estaba empezando a formar en
el plumón de alrededor del pico del ave, como si estuviera empezando a respirar
un poco. Al mirarle las plumas uno hubiera creído que el pájaro estaba vivo.
Pasó tiempo antes de que
el hombre volviera a salir a mirar su obra. Esta vez el somorgujo ya no estaba
allí. Había cobrado vida y se había ido volando.
Los del otro lado del río
habían ido a cazar focas al norte y volvieron a casa al cabo de cierto tiempo.
Estaban ya camino de vuelta cuando, de repente, apareció un somorgujo en el
agua delante de sus kayaks. Los hombres estaban a punto de arponear el ave,
cuando repentinamente se sumergió en el agua. Los hombres del kayak más cercano
al lugar donde había desapa-recido el somorgujo pusieron rumbo en esa dirección
para descubrir sólo un inmenso torbellino. Pronto el kayak quedó apresado en
las aguas turbulentas haciéndoles dar vueltas y más vueltas hasta que fueron
arrastrados al centro del embudo. El kayak desapareció bajo el agua.
Sus adversarios lo habían
observado todo desde la orilla del río. Otra vez habían ganado y se habían
vengado con ayuda del somor-gujo mágico. Ahora les tocaba a ellos el turno de
regocijarse por su victoria.
Fuente: Maurice Metayer
036. Anónimo (esquimal)
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